Todos los nombres de Helena by Maria de la Pau Janer

Todos los nombres de Helena by Maria de la Pau Janer

autor:Maria de la Pau Janer [Janer, Maria de la Pau]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-09-09T00:00:00+00:00


XX

Fue la séptima noche después de la boda. Si le hubiesen preguntado a Eva cómo transcurrió el tiempo hasta entonces, habría dicho que volando. Los días felices huyen. Son como la brisa de una mañana de verano, que nos acaricia y escapa. No habían hecho un viaje. Aunque Ferran habría querido irse a la otra punta del mundo, no interrumpieron el rodaje de la película. Después del susto de Adrià, no podía haber más paréntesis. Cuando terminaran, se marcharían hacia las islas griegas, donde recorrerían los lugares de Helena.

La fiesta no terminó después de la última canción, sino que volvió a comenzar en la carrera hacia el alba. Experimentaban un estado de alegría, de celebración gozosa. Miraban el mundo de otra manera, tenían ganas de vivir. Sentían una necesidad urgente de amarse. Se buscaban a cualquier hora. Habían creado un lenguaje de signos particular y se comunicaban aunque hubiera otras personas. Un movimiento de la ceja, el gesto de la mano, aquella forma de entrecerrar los ojos, empequeñeciéndolos, o de morderse el labio. Ferran interpretaba a Eva con una facilidad prodigiosa. Ella lo leía sin palabras.

Cuando volvían a casa, ponían la mesa y cenaban con una botella de vino. Ferran cocinaba arroz al horno, tartar de atún, alcachofas rebozadas o pescado a la sal.

Una noche, Eva cubrió las sábanas de pétalos de rosa. Encendían velas. Hacían el amor sin prisa y paraban el tiempo. Ferran le recorría la curva del cuello. Se entretenía en la redondez de los hombros, descendía por la espalda hasta las caderas. Enlazaban sus cuerpos. Se mezclaban los olores, que embriagaban más que el vino. Dormían poco, porque se desvelaban.

—¿Qué es lo que más te importa del mundo? —⁠le preguntó Eva.

—¿No lo sabes? Eres tú.

—¿Cuánto? —insistía ella, con la exigencia infantil de los que se quieren.

—Te quiero más que a mi vida.

Reía como una niña que oye lo que quiere oír, juguetona. Entonces lo irritaba con cariño:

—No sé, no sé… Tienes una existencia llena de cosas bellas. Has enloquecido de amor por la película. Tienes que reconocerlo.

—No lo definiría así. Es un gran proyecto.

—Te ha hecho soñar y sufrir.

—Hace ya mucho que es una historia que compartimos.

—Igual que compartimos la vida.

Eva había rechazado siempre los compromisos. Era una mujer arisca, solía decir. El trabajo le ocupaba tiempo y entusiasmo. Tuvo algunas relaciones que no llegaron a buen puerto. Era lo suficientemente lúcida para no culpar a los demás de aquellos fracasos. Sabía que nunca acababa de creer en unas historias que vivía a medio gas, sin apretar el acelerador, porque no quería distraerse de la pasión de actuar. Cuando la posible pareja formaba parte del mundo del cine, eran inevitables las rivalidades, la influencia de comentarios ajenos, la suma de ambiciones mal entendidas. Si lo intentaba con alguien que no tuviera nada que ver, se sentía incomprendida y fuera de contexto. Ferran fue la única persona de quien se enamoró con el corazón y con la cabeza. Le temblaba la piel al verlo. Cuando conversaban, incluso en la discrepancia, estaba cómoda.



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