Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos by Camilo José Cela

Timoteo el incomprendido y otros papeles ibéricos by Camilo José Cela

autor:Camilo José Cela [Cela, Camilo José]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1970-01-01T00:00:00+00:00


LOLA DE CÁNDIDO Y SEBO, TÍA DE UN SERVIDOR

Sansón García, después de contar lo de la mutación de Saleroso, se quedó mustio, triste y como abatido.

—¡Qué misteriosas son las secretas razones del corazón! ¿verdad?

—¿Eh?, perdone, estaba algo distraído.

—Nada; decía que qué misteriosas son las secretas razones del corazón.

—¡Ah, ya! ¡Uf, un horror de misteriosas! Hay razones del corazón que, no es que sean misteriosas, es que son misteriosísimas. Una tía mía de Betanzos siempre lo andaba diciendo.

—¡Curiosa y sabia tía! ¿Cuál era su gracia?

—¿Eh?

—¡Hoy no entiende usted nada! Digo que cuál era su gracia.

—¡Ah! Pues, Lola; su gracia era Lola.

—¿Lola?

—Sí, señor; Lola de Cándido y Sebo.

Sansón García se puso en pie de golpe. Su cuerpo se estremeció y los ojos empezaron a despedirle llamaradas, no se sabía bien si de ira o de lujuria.

—¿Lola de Cándido y Sebo, Lolita de Cándido y Sebo, de sobrenombre Furriel, como se le decía en la intimidad?

—Sí, señor; ¿por qué?

—Por nada. ¿Y usted es sobrino de Lolita?

—Sí, señor, sobrino carnal; ¿usted la conoce?

—¿Que si la conozco? ¡Pero, hombre, por Dios! ¡Si Lolita y un servidor fuimos socios fundadores de La sosesaga penitencia, una sociedad limitada de pompas fúnebres que no nos hizo ricos de verdadero milagro!

Reportajes Sansón soltó una estruendosa carcajada.

—¡Ja, ja!! ¡Y, además, por poco matrimoniamos! ¡Mire usted que si un servidor, a estas alturas, fuera tío de usted! ¿Y qué ha sido de Lolita? ¿Sigue tan emprendedora?

—Sí, señor.

—¿Y tan dicharachera?

—Sí, señor.

—Y tan…

—Sí, señor; también.

—¡Vaya, vaya! Ya lo dice el refrán: genio y figura, etcétera.

—Sí, señor; claro; genio y figura, ya se sabe.

Sansón García miró fijo para el cuentista de su vida y de sus milagros y avatares.

—¿Y qué hace ahora?

—Pues no sé, la verdad, no la veo desde hace más de tres años. La última vez que la vi se dedicaba a la física recreativa.

—¿A la física recreativa?

—Sí, señor, a la física recreativa; ¿qué malo tiene? Iba por los pueblos, como usted y como yo, y tenía bastante éxito con sus experimentos. Por lo menos, vivía bien y nunca le faltaban catorce reales para un litro de vino. Eso de la física recreativa, entendiéndolo, da para vivir bien. Lo que pasa es que hay que tener cultura.

—Bueno, ella siempre fue una mujer culta, en eso no hay queja; la verdad, amigo mío, la verdad de la buena, es que usted tiene una tía que tendrá sus defectos, ¿quién no los tiene?, pero como instruida, lo es un rato. Oiga usted, ¿y de amoríos?, ¿cómo va de amoríos?

—¡Ah! Pues muy bien, como siempre. Cuando yo la vi estaba en relaciones con el sacristán de Mazaterón, en tierras de Soria, un sujeto que tenía sus ahorrillos y que era muy versado en yerbas medicinales. Mi tía estaba tratando de convencerlo para poner un herbolario en Zaragoza.

—¿Y no tenía alguno más al retortero?

—Pues, hombre, mire usted, eso nunca se sabe; ya sabe usted que la gente es muy dada a habladurías. Los envidiosos, que nunca faltan, y más cuando se va viviendo con cierto desahogo, decían que si tenía que ver con el señor maestro.



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