The Poppy War by R. F. Kuang

The Poppy War by R. F. Kuang

autor:R. F. Kuang [Kuang, R. F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 13

Clang.

Rin apenas alzó la espada a tiempo para detener el tridente de Altan, que le habría cortado la cara por la mitad. Se ancló al suelo como pudo, para disolver el ki del golpe equilibradamente a través de su cuerpo hasta el suelo, pero aun así, las piernas le temblaron por el impacto.

Parecía que Altan y ella habían estado combatiendo durante horas. Le dolían los brazos, y sus pulmones luchaban por conseguir más aire.

Pero Altan no había terminado. Movió el tridente, atrapó entre sus puntas la hoja de su espada, y lo giró con fuerza. La presión arrancó la espada de las manos de Rin y la lanzó al suelo. Y entonces Altan presionó el tridente contra la garganta de Rin. Ella levantó sus brazos rindiéndose rápidamente.

—Tus reacciones responden al miedo —dijo Altan—. No hay control en tu lucha. Necesitas vaciar la mente y concentrarte. Concéntrate en mí, no en mi arma.

—Es bastante difícil hacerlo mientras intentas sacarme los ojos —murmuró Rin, alejando el tridente de su cara.

Altan bajó su arma.

—Aún estás a la defensiva, te estás resistiendo. Has de dejar entrar al Fénix. Cuando has invocado a un dios, cuando el dios camina en ti, entras en un estado de éxtasis. Es un amplificador del ki. No te cansas, y eres capaz de hacer cosas extraordinarias. Tampoco sientes dolor. Has de sumergirte en ese estado.

Rin podía recordar perfectamente ese estado en el que le pedía que se sumergiese. Recordaba sentir sus venas arder, su visión tornarse de color rojiza, y como todas las personas se habían convertido en objetivos a abatir. Ya no era necesario descansar, solo dolor y dolor para alimentar su fuego.

Las únicas veces en las que Rin había estado en ese estado fue durante las Pruebas, y luego en Sinegard. Las dos veces había estado furiosa, desesperada.

No había sido capaz de reavivar ese estado mental. No había vuelto a estar tan enfadada, solo confusa, agitada, y como ahora, exhausta.

—Aprende a controlarlo —dijo Altan—. Aprende a entrar y salir de ese estado. Si te centras solo en el arma del enemigo, estarás siempre a la defensiva. Mira más allá del arma, hacia tu enemigo. Enfócate en la persona que quieres matar.

Altan era mucho mejor profesor que Jiang, que había sido frustrantemente impreciso, distraído y deliberadamente obtuso. A Jiang le gustaba dar vueltas alrededor de una respuesta, obligando a Rin a rodear la verdad cual buitre hambriento, antes de otorgarle un gratificante bocado de entendimiento.

Pero Altan no perdía el tiempo, iba directo al tema y le daba exactamente las respuestas que Rin necesitaba. Entendía sus miedos y sabía de lo que era capaz.

Entrenar con Altan era como entrenar con un hermano mayor. Era muy extraño que le dijeran que Altan y ella eran iguales, no como los demás, sus articulaciones se hiperextendían de la misma manera, que por tanto debía girar el pie de cierta manera. Tener tantas similitudes con alguien, similitudes enraizadas en sus genes, era una sensación abrumadoramente maravillosa.

Junto a Altan. Ese era su lugar. No la división o el ejército, sino algo más profundo y antiguo.



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