Terrafertile by Rosana Ample

Terrafertile by Rosana Ample

autor:Rosana Ample [Ample, Rosana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántica
publicado: 2019-05-19T22:00:00+00:00


XIX

Un sueño, un mensaje

Beatrice llevaba varios años deseando hablar con su hermana Lorena a solas. Soñaba con ese momento en tantas ocasiones. Pero ¡Qué difícil era viajar sola hasta el convento! Por un lado, ella no tenía el carnet de conducir y, además, bien se había encargado—desde que fue bien mocita—, de venerar e idolatrar a su querida hermana, a la cual ensalzaba hasta el punto de la beatificación. Para la familia, ir al convento a ver a tía Lorena, era como peregrinar hacía Santiago o Lourdes. De este modo, siempre que visitaba a su hermana, iba muy bien acompañada de hijos y sobrinos. Él único que nunca quiso visitar a aquella pariente fue Massimiliano. ¡Qué difícil sería desviar a la familia en una jornada de visita a la monja! Desafortunadamente, no había otra forma de comunicarse con ella, a no ser que, por salud, tuviera que salir del convento. El lugar estaba bastante flanqueado para los visitantes. Había muchos claustros dignos de recreación, pero solo habilitados para los huéspedes destinados a ejercicios espirituales. No podía invitar a los chicos que la acompañaban a jugar. Ojalá pudiera escribirle una carta, la de veces que había ensayado las frases en su cabeza, la de cosas que le hubiera contado y preguntado. ¿Y ella? ¿Tendría su hermana Lorena aquella inquietud de conversar a solas? ¿Aquella necesidad de transmitir las palabras no como hermanas, si no como madre e hija? Porque Beatrice podía entender que el hecho de tomar los hábitos suponía una gran renuncia, pero la piel no se separaba de su carne y sangre y si en verdad era capaz de amar de esa forma tan magnánima, no le cabía duda de que también amara a alguien que salió de su seno. Pero, ¿Tendría razón Massimilano? ¿Se equivocaba? Beatrice fue tan ignorante que no cayó en la cuenta el día que solicitó su certificado de nacimiento para casarse. Siempre le dijeron que su madre era algo mayor, pero creyó las verdades a pies puntillas.

Benedetta despertó con los ojos empañados y deseando llorar, había tenido un sueño emotivo y casi real. Era como si hubiese viajado en el tiempo convertida en ácaro y hubiera sido testigo de una emotiva reunión. Se encontraba en la sala de reuniones donde las hermanas las recibieron. Era una salita con mesas sillas y ventanales, a un lado, unas rejas marcaban la distancia hacía otra pequeña sala convertida en pequeño altar donde las monjas se sentaban a conversar con sus parientes. Su abuela Maria Beatrice conversaba con su “supuesta hermana”.

—Beatrice, cara mia, tienes un marido muy osado, pero muy listo, me da miedo que otros como él y ajenos a nosotros deduzcan… Tú encárgate de poner muchos velones en casa y pedir misericordia por nosotras para que nadie alcance la verdad.

—Lorena, elegiste tu destino o te lo impusieron.

—Hija mía, Dios se puso en mi camino, nada interfirió que así sucediera.

—¿Pero no te das cuenta de que de ese modo me abandonaste?

—Hija, no me reproches nada por favor, fue algo duro y difícil.



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