Tenebra by Daniel Krauze

Tenebra by Daniel Krauze

autor:Daniel Krauze [Krauze, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-30T00:00:00+00:00


Martín

—¿Por qué vamos a brindar?

—Ahora sí tenemos de dónde escoger.

—¿Por mi tío?

Brindamos por Arturo con un buen trago. Para acabarnos la copa de una vez, sugiero que también brindemos por su reportaje.

—No por mi reportaje. Porque sacaron al PRI de Quintana Roo.

—Porque lo sacamos. ¡Lo sacaste!

—Martín, no exageres.

No he puesto la copa de vuelta sobre la mesa cuando ya tengo la botella en la mano. Beatriz me pide que le sirva menos de la mitad o la voy a tener que cargar a su casa. Le doy gusto. Estoy festejando por primera vez en muchos muchos años.

—Ni creas que por invitarme un vino te voy a perdonar —⁠me dice, sacudiéndose las greñas entre los dedos.

—Ah, caray. ¿Perdonar de qué?

—Por haberte ido a Cozumel, aunque te había dicho que no fueras por nada del mundo.

—Pero te conseguí lo que necesitabas.

Beatriz vuelve a levantar la copa.

—Por tu buena suerte.

—Por eso sí nunca pensé brindar.

—¿Ya vas a empezar con tus dramas?

—Nada de eso. Prometido.

—Más te vale. No me vayas a nubenegrear la tarde.

Me gusta el lugar que escogió para vernos, un barecito dizque francés en una calle empedrada a las afueras de San Ángel, el barrio en el que viví hasta que nos fuimos a Cozumel. Antes de casarnos le prometí a Alicia que algún día le compraría una casa por acá. Se lo dije durante esas conversaciones en las que hablas del futuro como si todo estuviera ahí a la mano y bastara nombrarlo para eventualmente tenerlo: casa en San Ángel, mi propio despacho, viajes a Europa en verano y universidades en el extranjero para nuestros hijos. Nos casamos, crecimos, tuvimos una niña y empezamos a presentir que no sería fácil mudarnos del departamentito que compartíamos y en el que todavía vivo. Quizás Alicia me pidió el divorcio cuando entendió que la había enamorado a base de mentirle.

Beatriz cuelga su bolso en el respaldo de la silla.

—Podría haber trabajado más el artículo. Sigo pensando que me hicieron falta algunas fuentes. Ojalá las encuentre para el siguiente. Ya estoy en eso, ¿sí te dije?

Mi mirada está en la calle empedrada, la que recorro hasta toparme con el semáforo. Trazo el camino que me llevaría de este bar a la casa: el teatro a la izquierda, la placita donde los sábados se pone un bazar, los restaurantes a la derecha. Los sonidos del tráfico urbano se desvanecen conforme la ciudad deja de ser un cáncer de edificios, smog, microbuses y avenidas, y encuentro los portones de madera, las fuentes de piedra, las jacarandas despuntando en las banquetas y las mansiones de tipo colonial, con fachadas de colores. Así hasta tocar el timbre, que era una campana.

—¿Martín? —Beatriz me chasquea los dedos en la cara⁠—. ¿Dónde andas?

—La casa de mis papás estaba aquí cerca.

—Ya sé. A unas cuadras, pasando Revolución.

—Me gustaría comprarla de vuelta. Hacerme viejo ahí, donde fui niño.

—Las casas en San Ángel cuestan millones de dólares.

—Hay abogados que ganan eso o más.

—En cambio yo antier leí que ser reportero es de las profesiones más ingratas del mundo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.