Teatro reunido by Arthur Miller

Teatro reunido by Arthur Miller

autor:Arthur Miller [Miller, Arthur]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Teatro, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1947-01-01T00:00:00+00:00


(Entra Ezekiel Cheever. Todos guardan silencio, consternados).

CHEEVER: Buenas noches, Proctor.

PROCTOR: Vaya, señor Cheever. Buenas noches.

CHEEVER: Buenas noches a todos. Buenas noches, reverendo.

PROCTOR: Espero que no venga por algún asunto relacionado con el tribunal.

CHEEVER: Sí que vengo por eso, sí. No sé si sabe que ahora soy secretario del tribunal.

(Entra Herrick, el alguacil, un hombre de treinta y pico años, y un tanto avergonzado en este momento).

GILES: Es una lástima, Ezekiel, que un buen sastre que podría haber ido al cielo tenga que arder en el infierno. ¿Se da cuenta de que se condenará por esto?

CHEEVER: Sabe perfectamente que tengo que hacer lo que me ordenan, Giles. Y preferiría que no me mandara al infierno. No me gusta cómo suena, se lo aseguro; no me gusta nada. (Tiene miedo de Proctor, pero inicia el gesto de buscar algo en el interior de su casaca). Créame, Proctor, cuando le aseguro que es muy grande el peso de la ley, porque esta noche llevo todo su tonelaje sobre las espaldas. (Saca un papel). Tengo aquí una orden de detención contra su esposa.

PROCTOR (a Hale): ¡Usted nos había dicho que no había ninguna acusación contra ella!

HALE: No sé nada de esto. (A Cheever): ¿De cuándo es la acusación?

CHEEVER: Se me han entregado dieciséis órdenes esta noche, reverendo, y la señora Proctor es una de las acusadas.

PROCTOR: ¿Quién la acusa?

CHEEVER: Abigail Williams.

PROCTOR: ¿Con qué pruebas, si puede saberse?

CHEEVER (mirando por toda la habitación): Señor Proctor, tengo poco tiempo. El tribunal me ordena que registre su casa, pero no me gusta registrar casas. De manera que, ¿tendrá la amabilidad de entregarme cualquier muñeca que tenga aquí su mujer?

PROCTOR: ¿Muñecas?

ELIZABETH: Nunca he tenido muñecas; no he vuelto a tenerlas desde que era niña.

CHEEVER (desconcertado, mirando hacia la repisa de la chimenea, donde descansa la muñeca de Mary Warren): Veo desde aquí una muñeca, señora Proctor.

ELIZABETH: ¡Ah! (Yendo a buscarla). Es de Mary.

CHEEVER (tímidamente): ¿Tendría la amabilidad de entregármela?

ELIZABETH (dándosela, al tiempo que pregunta a Hale): ¿Acaso el tribunal utiliza ahora algún libro sobre muñecas?

CHEEVER (sosteniendo cuidadosamente la muñeca): ¿Guarda alguna más en la casa?

PROCTOR: No, ni tampoco ésa hasta esta noche. ¿Qué valor tiene una muñeca?

CHEEVER: Vaya, una muñeca… (Cautelosamente da la vuelta a la que tiene en la mano). Una muñeca puede querer decir… Bien, señora, ¿tendrá la amabilidad de venir conmigo?

PROCTOR: ¡Mi mujer no irá a ningún sitio! (A Elizabeth): Trae a Mary.

CHEEVER (intentando, torpemente, retener a Elizabeth): No, no; me han ordenado que no la pierda de vista.

PROCTOR (apartándole el brazo): Va usted a perderla de vista y a sacársela de la cabeza, señor Cheever. Trae aquí a Mary, Elizabeth. (Elizabeth sube al piso alto).

HALE: ¿Qué interés tienen las muñecas, señor Cheever?

CHEEVER (dando vueltas a la muñeca entre las manos): Aseguran que puede querer decir… (Ha levantado la falda de la muñeca, y los ojos se le dilatan de asombro y de miedo). Vaya, esto, esto…

PROCTOR (extendiendo el brazo hacia la muñeca): ¿Qué hay ahí?

CHEEVER: ¡Vaya! (Saca de la muñeca una aguja muy larga).



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