Sundial (Runas) (Spanish Edition) by Ward Catriona

Sundial (Runas) (Spanish Edition) by Ward Catriona

autor:Ward, Catriona [Ward, Catriona]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Alianza Editorial
publicado: 2023-05-11T00:00:00+00:00


Callie

En el desierto, siempre me despierto al amanecer. Al principio no sé dónde estoy. No pasa nada. Cuando me acuerdo es cuando me entra miedo.

Mamá sigue dormida, lo noto. La casa habla sola con ruiditos pequeños, como hacen las casas antes de que la gente se levante. Está cansada. La historia la está consumiendo como un vampiro. O puede que el vampiro sea ella.

«Necesito un arma —le cuento a Callie Blanca—. Me lo ha dicho papá». Pero no solo porque lo haya dicho él. Le vi la cara a mamá cuando estaba hablando de dar golpes. Conozco ese brillo en los ojos. Lo entiendo. Sea lo que sea, ella también lo tiene.

«Mátame de miedo, déjame cojo, clávame una aguja en todo el ojo», canturrea Callie Blanca.

Me tapo las orejas con las manos.

«Cállate por una vez».

Juego con el controlador que encontré al fondo del cajón. Pulso con fuerza el botón que parece un caramelo. «Caza —pienso—. Caza». ¿Quién está cazando? ¿Mamá o yo?

«¡Cázame si puedes!». Perro de Vertedero se sienta sobre las patas traseras y alza las delanteras, juguetón, sin parar de agitar la cola fantasma. Es una monada, y me encanta perseguirlo. Se aleja de un salto. Corro, trepo, detrás de él. Siempre se me escapa, salta por el aire, corre por el techo, desaparece en el espejo y se transforma en un reflejo pateado. Eso es trampa, pero le da igual. Qué cara más dura. Desde que Callie Blanca me enseñó cómo hacer los huesos de animales no me he aburrido nunca. Ahora siempre tengo amigos con los que jugar.

Corremos y gritamos hasta que me quedo sin aliento, con la boca seca como la arena. Pero Perro de Vertedero no se cansa nunca. Para los blancos, el tiempo es de otra manera.

«Si fueras blanca tú también podrías correr todo el tiempo sin cansarte», me dice Callie Blanca. Su silueta vibra como un enjambre de moscas.

—Me gusta cansarme —replico.

Estar cansada es un reloj, pero lo de jugar con Perro de Vertedero me ha dado una idea. Cojo su dibujo de huesos de su sitio, sobre la cómoda. Mamá lo puso debajo de la cama y yo lo volví a subir a su sitio.

«¿Qué haces? —Salta a mi alrededor—. ¡Eh, Callie! ¡Eh, Callie!».

Despego el peroné con sumo cuidado. «Eh, Callie, dame eso, por favor. Dámelo».

Perro de Vertedero corre a mi alrededor en un círculo torpe, a tres patas. Hay un vacío negro en el lugar donde le falta el hueso.

—Lo siento —le susurro.

Bajo en silencio a la cocina. La nevera piensa y ronronea. Saco del armario la piedra de afilar y la pongo sobre la encimera. Rompo con delicadeza una punta del hueso, y le paso la piedra una y otra vez hasta que obtengo un borde afilado. Ahora es un cuchillo. Me meto el cuchillo de hueso en el bolsillo y subo al piso de arriba. Luego, me siento en la cama y trato de no pensar. ¿Qué puedo pensar que no sea espantoso? Y lo peor es si Callie Blanca tiene razón y mamá me ha traído aquí para acabar conmigo.



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