Steiner o las cosas que hacíamos en Checoslovaquia by Martin Fahrner

Steiner o las cosas que hacíamos en Checoslovaquia by Martin Fahrner

autor:Martin Fahrner [Fahrner, Martin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2001-01-01T00:00:00+00:00


El broche

Ocurrió uno de esos días en que Lucie y yo nos dedicábamos a atravesar en bicicleta aquellas interminables hectáreas de coles y coliflores. Cuando más tarde nos sentamos, el uno junto al otro, sobre la hierba que se extiende a la orilla del río Elba, Lucie me dio un papelito plegado varias veces y me susurró que me había escrito un poema.

Lo leí y me guardé el papelito en el bolsillo. Volví a leerlo en numerosas ocasiones a lo largo de mi vida y creo que ahora entiendo mejor lo que había escrito en él. Sin embargo, eran otros tiempos y por aquel entonces yo aún era tramoyista en un teatro. Los días de estreno, Benda y yo parodiábamos a los actores. Y tuvimos tanto éxito que incluso trataron de convencerme para que estudiara arte dramático.

Aunque Benda y yo nos encargábamos de los bastidores, en realidad nuestro cometido implicaba mucho más que montar la representación de la tarde, ya que también trabajábamos en la sala de ensayo donde se preparaban las nuevas representaciones. Teníamos que estar presentes en todos los ensayos por si los actores o el director decidían que, de pronto, necesitaban una mesa más, por ejemplo.

Algunos de los actores no tenían que asistir a todos los ensayos, iban solo a sus partes, pero nosotros no podíamos perdernos ni uno. A veces se ensayaba cincuenta veces seguidas una misma escena, una discusión, por ejemplo, y para que aquello fuera un poco más soportable, Benda se dedicaba a imitar a los actores en un lateral de la sala.

Un día, después de un estreno, los actores estaban furiosos con nosotros. Uno de ellos nos dijo que había visto perfectamente cómo los habíamos estado imitando y que ahora debíamos mostrárselo a todo el mundo. Benda no le tenía miedo ni al salchichón verde, así que esperó a que el resto del equipo se sentara y se puso a imitar los rostros que ponían los actores durante los ensayos.

Como a todos les hizo mucha gracia, el director nos ordenó que, ya que éramos tan condenadamente listos, representáramos tras el siguiente estreno la obra completa a nuestra manera. Esto era, en realidad, un castigo, ya que durante el tiempo que duraran los ensayos tendríamos que trabajar también por las tardes. Sin embargo, decidimos que Benda interpretaría los papeles femeninos y yo, los masculinos. Nos lo pasábamos de maravilla.

Al estreno siempre venía mucha gente de todas partes y, sobre todo, de Praga. Tras representar nuestra parodia, recibimos un prolongado aplauso y uno de los asistentes venidos de la capital, profesor en la Cátedra de Dirección Teatral, dijo que habíamos sabido captar a la perfección los puntos débiles de la obra y propuso que nos presentáramos a las pruebas de acceso a la universidad. Benda se echó a reír, ni siquiera tenía la selectividad, pero, aun así, íbamos hacia arriba.

Creo que cometí un error con todo aquello del poema. Abandoné mi perspectiva de seguridad de dos por dos metros y, al saber que Lucie me



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