Soy Pilgrim by Terry Hayes

Soy Pilgrim by Terry Hayes

autor:Terry Hayes [Hayes, Terry]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


14

Pasé sin dificultades por la oficina turca de inmigración y, cuando llegué a la recogida de equipajes, mi Samsonite ya estaba en la cinta. Al acercarme a cogerla, me di cuenta de que aún no había llegado ninguna otra maleta correspondiente a mi vuelo. Deduje lo que había ocurrido: la mía había sido descargada primero y la habían enviado a la oficina local de la MIT, la agencia nacional de inteligencia turca, para inspeccionar y fotografiar su contenido.

No me sentí ofendido. Supuestamente, yo era un agente federal de una potencia extranjera, y era comprensible que se tomasen un interés especial por mí, pero, por Dios, ¿no podrían por lo menos haber actuado de una forma más profesional y haber enviado mi maleta a la cinta junto con el resto de los equipajes de mi vuelo? Recorrí con la vista la sala de aduanas y no vi a nadie que diera la impresión de tenerme vigilado. Lo más probable es que estuvieran en alguna oficina de la planta superior, observándome por una de las cámaras del circuito cerrado de televisión.

Atravesé la aduana sin que nadie me dijera nada, me zambullí en un mar de falsos taxis y encontré el autobús de enlace que me llevó a la terminal de vuelos nacionales. A su lado, la internacional parecía desierta: había hombres cargados con grandes recipientes de cobre a la espalda que vendían té de manzana, improvisados quioscos de pastas rebosantes de azúcar y otros en los que se asaban castañas en braseros de carbón. Daba igual que la temperatura rondase los treinta y ocho grados, el calor que despedían lo golpeaba a uno como si acabara de chocar con una pared de ladrillos, y los bomberos habrían tardado una semana en sortear a la muchedumbre.

Me incorporé a la cola que había frente al mostrador de facturación de Turkish Airlines, y por fin conseguí avanzar poco a poco hasta que tuve delante a una joven toda enjoyada con oro, excesivamente maquillada y cubierta con un llamativo pañuelo que ocultaba su cabello —según el islam, la corona y el esplendor de la mujer—. La chica cogió mi maleta, cambió mi billete por una tarjeta de embarque y me indicó en qué dirección se encontraba la puerta a la que debía dirigirme.

La fila del control de seguridad era kilométrica, pero me las ingenié para saltármela acercándome a uno de los supervisores y diciéndole, en inglés y con las pocas palabras de turco que conocía, que portaba un arma. Enseguida me acompañaron hasta una oficina sin ventanas en la que cinco individuos, todos trajeados y fumando un pitillo tras otro, examinaron mi pasaporte, la placa de la agencia y otros documentos, entre ellos la copia de una carta de la Casa Blanca dirigida al presidente de Turquía, en la que se le daba las gracias por ayudar al FBI «en este triste y desafortunado asunto».

Ése fue el documento que obró el milagro. Dos de aquellos individuos hicieron venir inmediatamente un vehículo eléctrico que me trasladó hasta la puerta de embarque del vuelo a Milas-Bodrum.



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