Solo un beso para caer a los pies de una dama by Nuria Rivera

Solo un beso para caer a los pies de una dama by Nuria Rivera

autor:Nuria Rivera [Rivera, Nuria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-17T00:00:00+00:00


* * *

Christopher la incitó a que lo sedujera y por unos instantes pensó que ella se iba a mostrar reservada, pero la señorita Mackay tenía una idea en la cabeza y no era timorata. Se movió un poco, lo miró a los ojos, aunque con el rostro encendido por la vergüenza, luego se tocó el moño por la parte baja y rozó con dos dedos el lateral del cuello, los deslizó como si subieran y bajaran, sin un rumbo fijo. Luego acabó resiguiendo el borde cuadrado del escote del vestido, muy despacio, casi hasta rozar su clavícula. Christopher tuvo que apoyarse, con disimulo, en el brazo del sofá que tenía a su lado, para no tambalearse. Aquella mujer era puro fuego con un solo gesto. Sus ojos verdes brillaban en la penumbra y si él hubiera sido un canalla la habría seducido para poseerla allí mismo. Pero si algo tenía era control de sus emociones, y eso jamás iba a ocurrir si ella no lo deseaba con el mismo ahínco que él, claro. Además, era Aileen Mackay, la hermana de su mejor amigo, y si daba un paso como aquel tenía que estar muy seguro de lo que quería de ella. Y todavía tenía que analizar qué significaba la señorita Mackay para él.

Ella, metida en el papel, se le acercó un poco más y con un susurro que se le clavó en el alma, le preguntó.

—¿Así?

Necesitó aclararse la voz con un carraspeo y al ver que ella cerraba los ojos y fruncía los labios, en un claro gesto para que él la besara, la cogió por la cintura para romper el momento. Si se dejaba llevar iba a comerle los labios con fiereza. Tomó su otra mano y se colocó como si fuera a bailar un vals.

—Lo hace muy bien… pero recuerde lo que le he dicho, no tenga prisa. Ahora imagine que está bailando, en mitad de un salón, ¿qué haría?

—¿Eh…? —Ella pareció salir de una ensoñación—. No sé, sonreiría.

—Sí, pero debe hacerlo con la vista puesta en el caballero. —Christopher la condujo por aquella estancia como si sonara música de Hayden y murmuró muy cerca de sus labios—. Lo mira a los ojos unos segundos, sin decir nada y luego puede morderse el labio inferior o refrescarse los labios con mucha delicadeza, como si los humedeciera y los deja un poco entreabiertos, todo eso sin dejar de observarlo.

Aileen repitió cada una de las acciones que él le relataba, mientras él la hacía girar y sin darse cuenta la acercaba a su cuerpo, ella se quedó enganchada a su mirada y Christopher creyó morir cuando ella se le acercó unos milímetros más.

—Pero no puedo besarlo en mitad de un salón.

—Y si es un caballero, él tampoco lo haría. Pero seguro que gana su atención y recuerde que debe mostrarse segura, que lleva el control.

—¿Y si me pide salir al jardín?

—¿Usted querrá salir al jardín?

—Yo quiero que me bese.

—Imagínese que está en el jardín, y él la besa. Así,



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