Sigue adelante by W. Ama

Sigue adelante by W. Ama

autor:W. Ama [Ama, W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2019-08-31T16:00:00+00:00


Capítulo 12

Preguntas y respuestas

Juan entró en el coche con una sonrisa en la cara y dos cucuruchos repletos de churros recién hechos.

—Tomad, sujetad un cucurucho cada una. —Juan soltó los paquetes en la parte de detrás, pero antes cogió uno de los churros.

—¡Ay, cómo queman! —se quejó su hija soplándose las manos para no abrasarse los dedos.

—¡Están ardiendo! —exclamó Celia que se pasaba el cucurucho de una mano a otra como si fueran brasas.

—¡Deliciosos! —dijo Juan que se había metido en la boca el churro casi entero antes de ponerse al volante—. Coged alguno si queréis, ¿eh? Hay en abundancia.

Y así era, Juan había comprado nada menos que dos docenas de churros y Gretta, detrás del enorme cucurucho, que ya se iba enfriando, se reía de lo exagerado que había sido su padre.

—¡Pero si he contado, entre los dos cucuruchos, veintitrés churros! Más el que te acabas de comer hacen un total de veinticuatro —exclamó la chica—. Ja, ja, ja, ¿a cuánta gente piensas invitar a desayunar?

Pero el padre de Gretta no respondió, estaba muy concentrado en conducir y en buscar aparcamiento frente a la casa de la vecina más informada del barrio.

—Bueno, paremos aquí —dijo haciendo maniobras para estacionar el coche en un aparcamiento junto a la casa de María. Doña Clocota vivía enfrente y ese sitio era perfecto—. Coged uno de los cucuruchos, vamos a hacer una visita.

—Vale, ya cojo yo el mío. Por cierto, ya que estamos junto a la casa de María, podríamos avisarla para que se venga con nosotras, ¿te parece, Gretta? —propuso Celia.

—Genial, probemos a llamar. Creo que este domingo no iban a irse de pícnic —dijo Gretta.

«Ding, dong», se escuchó cuando Celia presionó el timbre. María salió a recibirlas.

—¡Hola! —dijo Celia—. ¿Quieres venir con nosotras? Vamos a casa de tu vecina de enfrente.

—Anda, ¿por qué queréis ir a casa de doña Clocota? —se extrañó María.

—Venga, vente. Por el camino te contamos —propuso Gretta.

Pronto las tres chicas se dirigían, junto a Juan, hacia la casa de doña Clocota. Celia seguía sujetando los dulces mientras caminaban e iban poniendo al día de todo a María.

Una vez estuvieron en la puerta de doña Clocota, a Juan le entró un poco la risa.

—Por lo que parece, esta mañana de domingo lo mío es llamar a puertas, ja, ja, ja. —Juan quiso hacer una broma pero nadie se rio, así que se limitó a tocar el timbre.

Enseguida apareció tras la puerta doña Clocota y su perro Dug que babeaba por el olor de los churros.

Aunque la mujer era muy madrugadora, ese día se había quedado hasta tarde en la cama y la habían pillado desprevenida, así que al oír el timbre solo le había dado tiempo a ponerse una bata de flores encima del pijama.

Con prisa y preguntándose quién sería a esas horas, descorrió los cerrojos que atravesaban su puerta de lado a lado y se escuchó cómo daba varias vueltas a la llave.

Una vez abrió la puerta, un chorro de luz inundó la entrada de su casa. A la mujer le costó un poco habituarse a la luz y poder ver con claridad.



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