Seduciendo a Mr Bridgerton by Julia Quinn

Seduciendo a Mr Bridgerton by Julia Quinn

autor:Julia Quinn [Quinn, Julia]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2011-12-25T16:56:00+00:00


La mandíbula le fue bajando y bajando a medida que continuaban y continuaban hacia el este, hasta que vio que viraban a la derecha y entraban en Shoe Lane. Sacó la cabeza por la ventanilla. Sólo había estado una vez allí, a los nueve años, cuando su preceptor los llevó a rastras a él y a Benedict para enseñarles el lugar donde comenzó el gran incendio de Londres de 1666. Recordaba su sentimiento de desencanto cuando se enteró de que el culpable fue un simple panadero que no apagó bien las brasas de su horno. Un incendio de esa magnitud no era nada comparado con los sentimientos que sentía hervir en su pecho. A Penelope le valía más tener un motivo condenadamente bueno para explicar su presencia allí. No debería ir a ninguna parte sin compañía, y mucho menos a la City.

Entonces, justo cuando ya estaba convencido de que Penelope iba a hacer todo el viaje hasta Dover, los coches cruzaron Fleet Street y se detuvieron. Se quedó quieto, esperando para ver qué iba a hacer Penelope, aun cuando todas las fibras de su ser le gritaban que bajara de un salto y la enfrentara ahí mismo en la acera.

Llámese intuición, llámese locura, algo le dijo que si la abordaba inmediatamente, nunca se enteraría de la verdadera finalidad que la llevaba allí, cerca de Fleet Street.

Cuando ella ya iba lo bastante lejos para poder bajar él sin que lo viera, saltó del coche y la siguió en dirección sur, hacia una iglesia que tenía decididamente el aspecto de una tarta de bodas.

—Por el amor de Dios, Penelope, éste no es el momento de buscar la religión —

masculló, totalmente inconsciente de la blasfemia y del juego de palabras.

Ella se perdió de vista al entrar en la iglesia. Las piernas de él devoraron acera hasta llegar a la puerta, donde aminoró el paso. No quería sorprenderla demasiado pronto. Primero debía descubrir exactamente qué iba a hacer ahí. A pensar de las palabras masculladas antes, ni por un momento había creído que ella hubiera adquirido repentinamente el deseo de extender su asistencia a la iglesia a los días de semana.

Entró sigilosamente en el templo, pisando con sumo cuidado para no hacer el menor ruido. Penelope iba caminando por el pasillo central, colocando la mano izquierda en cada banco, casi como si estuviera…

¿Contándolos?

Con el ceño fruncido la vio detenerse ante un banco y luego entrar y avanzar por el largo reclinatorio hasta sentarse justo en el medio. Pasado un momento de inmovilidad absoluta, ella abrió su ridículo y sacó un sobre. Movió casi imperceptiblemente la cabeza a la izquierda y luego a la derecha. Colin pudo imaginarse su cara, sus ojos oscuros mirando en cada dirección comprobando si había otras personas en la nave. A él no lo podía ver pues estaba justo en línea recta detrás de ella, oculto por la oscuridad, prácticamente apoyado en la pared de atrás. Además, ella parecía muy decidida a mantenerse muy quieta y disimular al máximo el



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