Saturnales by Ambrosio Macrobio Teodosio

Saturnales by Ambrosio Macrobio Teodosio

autor:Ambrosio Macrobio Teodosio
La lengua: spa
Format: epub
editor: Akal, S. A.
publicado: 2014-07-01T00:00:00+00:00


14. La afición al baile de los antiguos romanos

[1] Terció Rufio Albino, no menos avezado en la antigüedad que Cecina: 'Me asombro de que tú, Albino', dijo, 'no hayas referido cuán gran afluencia de marisco acostumbraron a procurarse, con cuyo relato mostrarías la enorme sobriedad de nuestros banquetes'.

Y Cecina contestó: 'Expón lo que averiguaste en tu lectura acerca de este asunto, pues aventajas a todos en el conocimiento de la antigüedad'.

[2] Y Rufio comenzó así: 'Siempre hemos de adorar la antigüedad, si somos inteligentes. Aquellas épocas son las que originaron este imperio con sangre o con sudor, lo que no sería posible sin abundancia de virtudes; mas, puesto que ha de decirse, en medio de aquella abundancia de virtudes aquella época tampoco careció de vicios, de entre los cuales algunos han sido corregidos en nuestra época gracias a la sobriedad en las costumbres. [3] Y en relación con la suntuosidad de aquel tiempo ciertamente me había decidido a hablar sobre la abundancia de productos del mar, pero, puesto que en la exposición de mis argumentos se sugiere que unos han de anticiparse a otros, acerca de los peces no me callo, sino que lo dejo para más tarde, mientras informo sobre otro desenfreno del que ahora carecemos. [4] Horo, tú que nos enfrentas a la antigüedad, di en el triclinio de quién recuerdas haber visto una bailarina o un bailarín. Bien, entre aquéllos el baile era una práctica habitual, incluso entre las personas decentes. Para comenzar por aquella época que conoció óptimas costumbres, entre las dos Guerras Púnicas 159 los hombres libres –¡qué digo los hombres libres!–, los hijos de los senadores acudían con frecuencia a las escuelas de danza y allí aprendían a bailar tocando los crótalos 160. [5] Omito que tampoco las matronas consideraban deshonesto el baile, sino que incluso las virtuosas tenían inquietud por el baile, con tal que no se pretendiera la perfección de esta arte. Pues, ¿qué dijo Salustio 161?: “¿Tocar la cítara, bailar con más elegancia que le conviene a una mujer virtuosa?”. Hasta tal punto no reprehendió a Sempronia 162 porque bailara, sino porque lo supiera hacer muy bien. [6] En verdad, de que los hijos de los nobles y, lo que es nefasto de decir, de que incluso las hijas doncellas hayan enumerado entre las cosas de su interés el ejercicio del baile es testigo Escipión Africano Emiliano 163, quien, en el discurso Contra la ley sobre los tribunales de Tiberio Graco, dijo lo siguiente: [7] “Aprenden artificios deshonestos, cuando con afeminadillos, con sambuca 164 y salterio 165 acuden a la escuela de histriones, aprenden a cantar, lo que nuestros mayores consideraron que provocaba la deshonra de las personas libres; acuden, digo, doncellas y jóvenes libres a la escuela de baile junto con viciosos. Cuando uno me narraba esto, no me podía meter en la cabeza que los hombres nobles enseñasen eso a sus hijos; mas, cuando fui llevado a una escuela de baile, ¡dioses! en aquella escuela vi a cincuenta muchachos



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