Romance en alta mar by Barbara Cartland

Romance en alta mar by Barbara Cartland

autor:Barbara Cartland [Barbara Cartland]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Bantam
publicado: 2016-06-05T13:14:01+00:00


Capítulo 6

El capitán alteró el curso del yate y por un momento pensó que el barco que parecía navegar hacia ellos continuaría avanzando hacia el norte. Pero después vio que también había cambiado de dirección.

Regresó al lado de Caterina.

—Baje a su camarote —le dijo en voz baja—, y saque del escondite todas sus joyas, menos la corona nupcial. Ocúltelas en su vestido.

El tono de su voz era autoritario y Caterina, sin hacer preguntas, bajó corriendo a hacer lo que le pedía.

Guardaba la llave de oro del escondite prendida a su vestido. La soltó, deslizó el panel de madera después de accionar el resorte que lo hacía moverse, y abrió la pequeña puerta con la llave.

Antes de guardarla, había envuelto la corona nupcial en uno de los transparentes camisones de Odette. Fue lo único adecuado que encontró en el camarote para protegerla y evitar que las perlas se desprendieran con el movimiento del barco, pues la tela no era lo bastante suave como para no dañar las frágiles flores de brillantes.

Las otras joyas, el broche, el anillo, el brazalete y las perlas, se encontraban junto a la corona. Las cogió a toda prisa y las deslizó bajo el canesú de su vestido.

Las joyas le lastimaban la piel, pero comprendía que el marqués no le habría pedido que las ocultara a menos que lo considerara importante.

Cerró el escondite de nuevo y subió a toda prisa a la cubierta.

Ahora era fácil ver que el bergantín que les perseguía llevaba una bandera holandesa.

En la cubierta algunos marineros parecían estar ajustando las velas y realizando tareas propias de la tripulación de un barco.

Pero Caterina se dio cuenta de que el marqués estaba tenso y de que el capitán no cesaba de mirar por el telescopio.

Cambiaron de dirección, tratando de adquirir mayor velocidad, pero el bergantín continuaba acercándose más y más y, cuando estaban ya a tiro de mosquete, la bandera holandesa desapareció.

Los mástiles y la popa fueron simultáneamente decorados con banderas de todos los colores, ricamente bordadas con medias lunas, estrellas, espadas cruzadas y otros símbolos.

Al mismo tiempo, surgieron numerosos soldados, todos armados de mosquetes, que apuntaron hacia la tripulación de «El Halcón del Mar».

El barco enemigo iba también armado con cañones de diversos tamaños.

Mientras los soldados se colocaban en sus posiciones, listos para disparar, Caterina escuchó un grito repentino:

—¡Meno pero, meno pero!

Sabía que aquello significaba: «¡Ríndanse, perros!», y que era el grito tradicional de los musulmanes cuando capturaban un barco.

No gritó, ni se movió. Se quedó de pie, al lado del marqués, sintiendo como si se hubiera paralizado. Lo que estaba sucediendo frente a sus ojos le parecía una aterradora pesadilla.

Entonces escuchó la voz del marqués que gritaba:

—Debemos rendirnos. ¡Qué nadie trate de resistirse! Todo está en nuestra contra y no tenemos la menor probabilidad de vencer. ¡Les juro que pagaré el rescate de todos!

Surgió un murmullo de gratitud entre los marineros, pero Caterina comprendió, por la expresión desesperada de sus rostros, que para ellos era una tortura levantar las manos por encima de las cabezas y no tratar siquiera de pelear.



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