Retratos by Truman Capote

Retratos by Truman Capote

autor:Truman Capote [Capote, Truman]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1984-01-01T05:00:00+00:00


UNA ADORABLE CRIATURA (1979)

Fecha: 28 de abril de 1955.

Escenario: La capilla de la Universal Funeral Home, en la avenida Lexington esquina con la calle Cincuenta y dos, en la ciudad de Nueva York. Una interesante multitud se aglomera en los bancos: celebridades procedentes, en su mayor parte, del teatro internacional, del cine, de la literatura, presentes todos para rendir homenaje a Constance Collier, la actriz de origen inglés que había muerto el día anterior a los setenta y cinco años.

Nacida en 1880, la señora Collier empezó su carrera como corista de variedades, y llegó a convertirse en una de las principales actrices shakesperianas de Inglaterra (y, durante mucho tiempo, en la prometida de sir Max Beerbohm, con quien nunca se casó; quizá por ese motivo inspirara el personaje de la heroína, maliciosamente inconquistable, de la novela Zuleika Dobson, de sir Max). Finalmente, emigró a Estados Unidos, donde adquirió gran fama en los escenarios de Nueva York y en las películas de Hollywood. Durante los últimos decenios de su vida vivió en Nueva York, donde enseñó arte dramático con un talento sin igual; en sus clases sólo admitía a profesionales, por lo general, actrices consagradas que ya eran «estrellas»: Katharine Hepburn fue una de sus discípulas permanentes; otra Hepburn, Audrey, también era protegée de Collier, lo mismo que Vivien Leigh, y, durante unos meses antes de su muerte, una neófita a la que la señora Collier se refería como «mi problema especial», Marilyn Monroe.

Marilyn Monroe, a quien conocí por medio de John Huston cuando éste la dirigía en su primer papel con diálogo, en La jungla del asfalto, entró bajo la protección de la señora Collier por sugerencia mía. Hacía unos seis años que yo conocía a la señora Collier, y la admiraba como una mujer de auténtica envergadura, tanto en el plano físico como emocional o creativo; y, pese a sus modales dominantes y a su voz autoritaria, por ser una persona adorable, levemente perversa, pero extraordinariamente tierna, digna y, a la vez, gemütlich. Me encantaba ir a los frecuentes y pequeños almuerzos que daba en su oscuro estudio Victoriano en pleno Manhattan; contaba historias increíbles acerca de sus aventuras como primera actriz junto a sir Beerbohm Tree y al gran actor francés Coquelin, de sus relaciones con Oscar Wilde, con el joven Chaplin y con Garbo en la época de formación de la silenciosa sueca. Efectivamente, era una delicia, igual que su fiel secretaria y compañera Phyllis Wilbourn, una tranquila y parpadeante solterona que tras el fallecimiento de su patrona se convirtió en la dama de compañía de Katharine Hepburn, cosa que sigue siendo. La señora Collier me presentó a muchas personas con las que entablé amistad: los Lunt, los Olivier y, especialmente, Aldous Huxley. Pero fui yo quien le presenté a Marilyn Monroe, y al principio no estuvo muy inclinada a tener tratos con ella: era corta de vista, no había visto ninguna película de Marilyn y no sabía absolutamente nada de ella, salvo que era una especie



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