Renacer by Tania Castaño Fariña

Renacer by Tania Castaño Fariña

autor:Tania Castaño Fariña
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico
publicado: 2017-05-30T22:00:00+00:00


Capítulo 10

—No les va a gustar, Gideon… —la voz de Ainhara no tembló en ningún momento.

Era distinta a la mujer que había visto horas antes, dudaba de si haberla dejado hablar con Mish la había beneficiado o ayudado a perderse en esa oscuridad que la atenazaba.

—No voy a permitir que mi mujer viva lejos de mí. Si debo enfrentarme a Dorian y Elysia lo haré. –gruñó en un tono mucho más alto de lo que hubiera preferido.

Ella no se inmutó, permanecía sentada al borde de la cama, manos entrelazadas y mirada seria hacia él. Sí, ella ya tenía una decisión tomada sobre ese tema y poco podía hacer para convencerla.

Gideon se llevó la mano a la frente, necesitaba pensar, nunca antes se le había hecho tan difícil todo aquello. Hacerla suya había sido un momento amargo, pero los momentos difíciles no terminaban con Ainhara. Eran una cadena que hacían que sucedieran uno tras otro sin control.

—No es justo para ellos.

Estaba de acuerdo, pero ¿y para ella?

Si Mish era distinto era algo que nadie de los que quedaban en la base habían decidido. Y mucho menos ella.

—Me he cansado de decirte no.

Caminó la distancia que los separaba y se sentó a su lado, no se atrevió a tocarla para intentar que aquella conversación no acabara en una pelea.

—Me duele pensar que eras lo que quería, pero no lo que necesitaba.

—¿Eso qué significa? –preguntó mirándolo directamente a los ojos.

—Que estar contigo es una tortura, pero no sé vivir sin ti. Te amo Ainhara.

—Yo a ti te necesito Gid.

—Pero no me quieres. Así nos complementamos.

—Siento que sea así Gideon. –dijo mirando al suelo, su corazón no pudo quebrarse, llevaba así los últimos meses.

—Tomo cuánto puedes darme, no necesito más que tenerte cerca. Aunque decidieras estar con otro.

Un silencio demasiado tenso los abrazó, dejando pasar los segundos.

—Quiero estar contigo...

—Y yo tomo eso…

La envolvió entre sus brazos y respiró su aroma, era tal y como la recordaba. Perfecta, frágil y peligrosa, como un niño con el mando de una cabeza nuclear entre sus dedos.

—No es que no te quiera Gideon. Es sólo que me cuesta aceptar quien soy gracias a ti.

—Entonces dímelo. –los ojos rojos de Ainhara brillaron mirando a los suyos.

—¿Por qué rojos? Hubiera preferido tu dorado. –contestó sonriendo, ignorando la petición.

—Por la ira, cuando no te odies cambiarán y tal vez puedan ser tan bonitos como los míos.

Las risas de ambos inundaron la habitación, haciéndola especial y, por primera vez en mucho tiempo, calmada. Sentir su piel tan cerca era como volver a revivir.

—Creído. ¿Sabes qué? No son tan bonitos.

—¡Oh, si! Lo son y te gustarían.

Sin previo aviso, Ainhara se lanzó en caída libre a sus labios, el contacto fue agresivo y fuerte. Entonces todo cambió, si era lo que iba a entregarle él iba a darle la bienvenida con toda su alma. Aquella era su mujer.

Su Ainhara.

Sus dos mitades de un todo.



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