Proyecto Overmind by Daniel Sánchez Cantero

Proyecto Overmind by Daniel Sánchez Cantero

autor:Daniel Sánchez Cantero [Sánchez Cantero, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2024-07-18T00:00:00+00:00


36

Una conversación

—¿Estás loco? ¡Le has disparado tres veces! —exclamó David, que se removía inquieto en el asiento del copiloto del BMW que avanzaba zigzagueando por una carretera comarcal.

—Estaba controlado, le he disparado al chaleco —respondió el militar sin quitar la vista de la carretera.

—¡Has tenido suerte, joder! ¿Y si llega a moverse para otro lado?

—David, tranquilo, no había ninguna posibilidad de que errase el disparo.

Permanecieron unos minutos en silencio, barruntando cada uno sus propios pensamientos. Nora se había tumbado a lo largo en el asiento de atrás. La amalgama de emociones producida por la huida, la mordedura, el suero y, posteriormente, el tiroteo habían dejado su cuerpo sin reservas de energía. Se llevó las manos a la frente intentando mantener la jaqueca a raya, pero no parecía conseguirlo.

David miraba por la ventana mientras se retorcía los dedos, inquieto.

—Es que no me lo puedo creer —dijo al fin—. Pensaba que habías cambiado, que eras otra persona. Y estás otra vez apuntando a policías con el jueguito de la cuenta atrás. ¿Acaso no recuerdas a quién se lo hiciste la última vez?

Silva guardó silencio, pero de repente comprendió por qué el médico se encontraba en ese estado de nervios.

—Porque Lucía no llevaba chaleco… ¿Qué pensabas hacer? —insistió David.

El militar suspiró apesadumbrado. Se pasó las manos por el cabello corto mientras intentaba encontrar las palabras que tranquilizaran a su compañero.

—Aquella vez no era igual, David. No le des más vueltas.

—¿Por qué no era igual? ¿La habrías matado?

—Sí, lo habría hecho —respondió Silva—, pero no pasó.

El médico observó a Silva durante unos segundos sin abrir la boca, el exmilitar notaba su mirada inquisidora por el rabillo del ojo.

—No habrá redención para ti mientras sigas haciendo esto, Silva. Tu mujer no se lo merece, ella era buena.

Silva esbozó una mueca de dolor, como si el comentario de David le hubiera reabierto una herida que nunca terminaba de cicatrizar. Era una congoja crónica que crecía latente en su interior, sin que hubiera forma alguna de detenerla.

—No la menciones, David, por favor —respondió Silva dejando la huella de los dedos marcada en el volante.

—No ensucies su recuerdo con…

—¡CÁLLATE! —lo interrumpió el exmilitar.

David no se dejó amedrentar por su tono.

—Lo que hacemos no puede dañar a inocentes porque entonces no seremos mejores que el Núcleo. Ellos están convencidos de que hacen un bien común; sí, quizá dañan a unos pocos, pero ¿y la de vidas que se salvarán con las enfermedades que curan? ¿Y el potencial que alcanzará el ser humano gracias a sus avances? Pero no todo vale, Silva, a nosotros no, al menos. Y a Ana tampoco.

—No sabes lo que habría pensado Ana. ¡No la conocías! Esos cabrones le dieron una oportunidad y luego la sacrificaron como si fuera un animal que ya no sirve —dijo Silva con la respiración acelerada. Hizo una pausa para recuperar el resuello—. No me digas que somos mejores que ellos, porque a mí eso no me importa en absoluto. Solo quiero verlos muertos, a todos.

David lo miró con pena, arrepentido de su duro reproche.



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