Proscritas by Lyndall Gordon

autor:Lyndall Gordon [Gordon, Lyndall]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00

4.ORADORA: OLIVE SCHREINER

Retrato de Olive Schreiner© Album / Rue des Archives / Bridgeman Images / Tallandier.

En una habitación vacía, una mujer atiza el fuego de los recuerdos con su pluma. Las contraventanas están cerradas para que no entre el sol y para que por las noches no se oigan las voces de los guardias bajo las ventanas. Estaba todo «tan oscuro que incluso el mismo acto físico de escribir resultaba difícil». Los futuros lectores sabrán cómo tuvo que «superar la indignación» para poder escribir[310].

Asediada por las leyes marciales, intenta rehacer un libro que le había costado muchos años escribir y que habían quemado las tropas que habían saqueado su casa de Johannesburgo[311]. Le había llegado información de que el manuscrito no podía recuperarse: la primera parte está totalmente quemada; el resto, chamuscado: las páginas se deshacían en cuanto se tocaban. Durante nueve meses lo reescribe con la ayuda única de su memoria, pero aislada como se encuentra en estos momentos, en marzo de 1901, lamenta que su trabajo se haya perdido para siempre. Lo que la memoria sea capaz recuperar para confeccionar un libro breve —se titulará La mujer y el trabajo— puede mantenerla entretenida durante ese tiempo de confinamiento y oscuridad nocturna, cuando las leyes prohíben encender una vela e incluso prender una cerilla. Una decisión judicial ordena rescatar su desafío a la autoridad de las cenizas[312].

Veinte años antes había estado sola en otra habitación, con vistas a kilómetros y kilómetros de llanuras semidesérticas que se extendían hasta el horizonte. Allí también, con una voluntad decidida, su pluma había corrido por la página en blanco para terminar su novela Historia de una granja africana. La había llevado a Londres y, apretando bien fuerte el manuscrito bajo el impermeable, había ido a visitar a un editor tras otro. Chapman & Hall, que habían rechazado otras novelas suyas, aceptaron la Granja africana, haciendo caso al consejo de uno de sus lectores, el novelista George Meredith. El editor de Dickens, Thackeray y Anthony Trollope le pagó a esta escritora desconocida de las colonias solo dieciocho libras, frente a los cientos de libras que George Henry Lewes consiguió por cada una de las Escenas de un «incógnito». George Eliot.

La única sugerencia que hizo Chapman & Hall fue que la heroína se casara con su seductor, o de lo contrario «Smith’s, la cadena de librerías de los ferrocarriles, no lo colocaría en sus estantes».

La autora se negó. Y no se equivocó, porque figuras políticas y literarias como Gladstone, Wilde y Shaw solo tuvieron elogios para la Granja africana. A los obreros les gustó cómo trataba las vidas anónimas; y a las mujeres, la rebeldía contra la sumisión. Su visión moral tenía el atractivo de la literatura. El joven Waldo, un pastor analfabeto, y la muchacha huérfana Lyndall, cuyos espíritus se desperezan, viven en el sufrimiento; Waldo, en silencio; Lyndall, impelida a levantar una voz que no se había escuchado hasta entonces. No es un ángel consejero. Se convierte en un altavoz sin miedo, que

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