Profundidades by Roderick Gordon - Brian Williams

Profundidades by Roderick Gordon - Brian Williams

autor:Roderick Gordon - Brian Williams
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2007-12-31T16:00:00+00:00


26

Aquel perro abominable lanzaba horrendos gruñidos tirando con todas sus fuerzas de la correa. El que lo llevaba era uno de los cuatro Limitadores que paseaban por el medio del túnel. Iba haciendo todo lo posible por mantener a la bestia bajo control.

En la cabeza, los soldados styx llevaban gorros negros sin brillo, y la cara estaba oscurecida por unas grandes gafas protectoras que les daban aspecto de insectos y por mascarillas respiratorias de cuero.

Los gabanes que les llegaban hasta los pies tenían un peculiar dibujo de camuflaje, con rectángulos de color arenoso y parduzco.

A cada paso que daban sonaba todo el equipo militar que llevaban en los cinturones y las mochilas. Era evidente que no estaban de servicio activo: no debían de esperar que apareciera nadie más por la zona.

Se detuvieron entre las dos filas de cadáveres, y el que llevaba la correa del perro le dio entre dientes una orden ininteligible al animal. El perro gruñó y se sentó inmediatamente sobre las ancas, lanzando breves y furiosos gruñidos mientras adelantaba la cabeza para aspirar el rancio hedor de los cadáveres en putrefacción. Un hilo de espesa baba le manaba de las fauces, tal vez porque aquel olor le abría el apetito.

Las voces de los Limitadores eran nasales y aflautadas, y sus palabras salían cortadas y casi siempre incomprensibles.

Entonces uno de ellos empezó a reírse con ganas, con una risa estridente y malévola, y los demás lo imitaron, y el coro sonó como una manada de hienas deformes. Evidentemente, se estaban riendo de los cadáveres de sus víctimas.

320

Will no se atrevía a respirar, y no sólo a causa del hedor más insoportable que hubiera olido en su vida, sino porque se moría de miedo ante la posibilidad de que pudieran oírle.

Al acercarse los Limitadores, él se había visto obligado a esconderse en el único lugar que había encontrado.

Estaba literalmente adherido a una de las estacas, detrás del cadáver de un coprolita. Asustado, había dado un salto y había metido el brazo en el escaso resquicio existente entre el cadáver y la áspera madera de la estaca. Pero al intentar sujetarse, sus pies habían buscado infructuosamente un lugar en que apoyarse contra la estaca, hasta que la puntera de su bota había encontrado la punta de un largo clavo. Afortunadamente para Will, sobresalía varios centímetros por detrás de la estaca, de manera que ofrecía por lo menos cierto apoyo para el pie.

Pero con eso no bastaba para mantenerse allí arriba. Mientras se acercaban los Limitadores, había buscado a la desesperada algo a lo que agarrarse con su mano izquierda. Tentando como loco, sus dedos encontraron un corte en el traje de seguridad del coprolita, a la altura del omóplato. Metió los dedos por el corte, a través de la gruesa goma del traje, y tocó por dentro algo húmedo y suave.

Aquella materia cedió al tocarla: era blanda. Estaba hundiendo los dedos en la carne podrida del cuerpo del coprolita. Eso lo comprendió con la misma claridad con que supo que no había tiempo de encontrar un lugar alternativo al que asirse.



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