Por orden del rey by Susan Wiggs

Por orden del rey by Susan Wiggs

autor:Susan Wiggs [Wiggs, Susan]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-687-0683-2
editor: Harlequin
publicado: 2012-07-15T00:00:00+00:00


Diez

Stephen hincó los talones en los flancos de Capria, y la yegua atravesó los campos al galope hacia la abadía. Pavlo empezó a ladrar como un loco, y Juliana se levantó del regazo de Stumpe y se acercó al borde del prado. A pesar del movimiento del caballo, podía verla con una claridad sorprendente.

Aunque llevaba un vestido sencillo, su esposa destilaba elegancia… era delgada y fuerte, estaba iluminada desde atrás por la hoguera, y su pelo ondeaba con suavidad bajo la brisa.

Cuando detuvo a Capria delante de ella, se quedó enmudecido por un momento, y al final soltó lo primero que se le pasó por la mente.

–¿No crees que la hoguera es un poco exagerada, baronesa?

Ella ladeó la cabeza, y se llevó las manos a las caderas antes de decir:

–Dicen que las hogueras mantienen alejados a los dragones.

–Eso son supercherías.

–¿Ves algún dragón por aquí, mi señor?

–No, claro que no.

–¿Lo ves?, funciona –le dijo ella, con voz risueña.

El aguante de un hombre tenía un límite. Sintió que se hundía en aquellos ojos resplandecientes, su encanto lo tenía hechizado.

Como a través de un sueño, la vio hacer un gesto con la mano y dar una orden, y un muchacho cíngaro llegó con un caballo cuyos flancos musculosos brillaban con un color rojo sangre bajo la luz de la hoguera. Juliana metió el pie en el estribo, y montó con un movimiento fluido a lomos del animal. Se inclinó hacia él, y le susurró:

–Cabalga conmigo esta noche, quiero que vayamos muy lejos y a toda velocidad.

'Cabalga conmigo'.

Estaba descalza, así que no llevaba espuelas, pero en cuanto notó la presión de sus talones desnudos en los flancos y oyó su orden pronunciada con voz baja y gutural en una lengua extranjera, el semental salió al galope.

La crin y la cola del caballo cíngaro estaban trenzadas con cintas de colores que ondeaban al viento. Stephen no tenía ni idea de adónde se dirigía, pero el impulso de seguirla era incontrolable. Chasqueó la lengua, y Capria echó a correr.

Oyó la voz de Juliana mientras la seguía a través del amplio prado que había entre la arboleda del sur y el camino de Chippenham. La hierba estaba perlada de rocío, y las gotitas salieron disparadas bajo los cascos de los caballos. Juliana era una amazona experimentada, y galopaba cada vez más rápido.

Stephen se sorprendió al darse cuenta de que estaba disfrutando del desafío de la carrera. Atraparla no iba a ser nada fácil.

Saboreó la velocidad, la sensación del viento acariciándole el rostro, el golpeteo de los cascos de la yegua contra el suelo, los resoplidos y la respiración acelerada del animal. Sintió la forma en que aquel cuerpo cálido y musculoso se extendía y se contraía rítmicamente.

Vio su propia sombra en el suelo bañado por la luz de la luna, avanzando como un rayo hacia Juliana.

Para cuando se dio cuenta de la dirección que llevaban, ya era demasiado tarde.



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