Pitt 03 - La secta de Paragon Walk by Anne Perry

Pitt 03 - La secta de Paragon Walk by Anne Perry

autor:Anne Perry
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1980-12-31T16:00:00+00:00


Charlotte se apresuró a obsequiar a Pitt con toda la información que había recogido, junto con una valoración personal de la misma, en cuanto apareció por la puerta. Pitt sabía que casi toda esa información, aunque trascendental para aquellos a quienes concernía, suponía meras trivialidades para el caso, pero aun así la tuvo presente en su mente cuando, al día siguiente, salió de casa para proseguir con sus indagaciones.

Todavía no había rastro de Fulbert. La policía había hallado siete cadáveres en el río, entre ellos dos mujeres, seguramente prostitutas, y un niño que probablemente había caído por accidente y no tuvo fuerzas para pedir auxilio, seguramente una boca no deseada que alimentar, enviada a mendigar en cuanto tuvo edad para hablar inteligiblemente. Los otros cuatro eran hombres pero, como el niño, vagabundos y proscritos escuálidos. Ninguno de ellos podía ser Fulbert.

La policía había registrado todos los hospitales y depósitos de cadáveres, así como los asilos para pobres. La sección de la policía especializada en fumaderos de opio y burdeles había recibido la orden de mantener los ojos y los oídos bien abiertos —hacer preguntas hubiera sido una pérdida de tiempo—, pero no había hallado el mínimo indicio de Fulbert. El registro de los barrios bajos constituía, evidentemente, una tarea imposible. A juzgar por los resultados de las indagaciones efectuadas hasta el momento, Fulbert Nash había desaparecido de la faz de Londres.

Por consiguiente, a Pitt solamente le quedaba regresar a Paragon Walk y reemprender la investigación desde allí. De modo que a las nueve en punto de la mañana se encontraba en la sala matutina de lord Dilbridge, aguardando a que su señoría se dignara aparecer, lo cual hizo un cuarto de hora más tarde. Tenía un aspecto extraordinariamente pulcro —por obra de su ayuda de cámara—, pero su rostro mostraba un aire distraído y más bien desaliñado. O estaba indispuesto o había pasado una noche frenética. El hombre miró fijamente a Pitt, como si no alcanzara a recordar el nombre que le había dado el lacayo.

—Soy el inspector Pitt, de la policía —le ayudó éste.

Freddie parpadeó y la irritación se concentró en sus ojos.

—¡Por todos los santos! ¿Ha venido otra vez para hablar de Fanny? La pobre niña se ha ido y a estas alturas el canalla que la mató estará muy lejos de aquí. No sé qué demonios espera que hagamos al respecto. Los bajos fondos de Londres están repletos de ladrones y golfos. Si ustedes hicieran su trabajo como es debido y detuvieran a alguno de ellos en lugar de hacer estúpidas preguntas por aquí, ya tendrían el caso resuelto. —Parpadeó y se quitó algo del ojo—. Aunque reconozco que deberíamos tener más cuidado a la hora de contratar a nuestros sirvientes. Pero le aseguro que no puedo hacer nada más por usted, y todavía menos a esta hora de la mañana.

—Señor —Pitt tenía finalmente la oportunidad de hablar sin necesidad de interrumpir—, no he venido por la señorita Nash, sino por el señor Fulbert Nash. Todavía no hay rastro de él.



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