Pasiones salvajes by Cathryn de Bourgh

Pasiones salvajes by Cathryn de Bourgh

autor:Cathryn de Bourgh
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2013-08-04T22:00:00+00:00


7.Los Golfieri viajan a Paris

Enrico y su hermano Antonino habían llegado a Paris con sus caballeros y sirvientes hacía semanas y debieron aprender francés a toda prisa y conseguir un intérprete para entender a esos galos que hablaban hasta por los codos en una lengua que no comprendían.

La compañía del distinguido Lucio Visconti los había ayudado a entrar en el palacio real, donde fueron recibidos con suma gentileza.

Conversaron con los nobles y admiraron la belleza de las damas de la corte pero nadie conocía a ningún caballero italiano llamado Alaric D’Alessi. Pero sabían de un caballero de esa tierra que vivía en el norte con su esposa e hijos.

Los italianos que había en Paris tampoco conocían a ese hombre, ni habían oído hablar de él. Eran gente dedicada a la banca, a los negocios, nada interesados en querellas ni enemistades familiares.

Un día se dijeron que seguramente ya no usaba ese nombre.

—Jamás lo encontraremos, si es que tiene a las damas Golfieri—opinó Antonino.

Estaba harto de ese viaje, aunque disfrutaba mirando a las bellezas francesas extrañaba su castillo, su tierra y pensaba que jamás encontrarían a D’Alessi.

—Él tiene parientes y tierras en Toscana, o eso dijo mi padre una vez—dijo Enrico entonces—Debemos intentar que nos digan lo que saben. Fue muy astuto este D’Alessi ¿no creen? Seguramente se mantuvo alejado de Italia todos estos años o viajó a nuestra tierra con un nombre falso. Pero mi padre sabía que estaba en Francia.

Uno de los primos de su padre intervino.

—Huyó a Francia, a Paris y allí dicen que se alisto en el ejército del rey para pelear en una guerra y este lo compensó con títulos y tierras. Tal vez esté todavía en Paris…

—Es una ciudad inmensa, jamás lo encontraremos—insistió Antonino.

Lo buscaron durante semanas y al final se rindieron y regresaron a Toscana para interrogar a sus parientes.

Estos se mostraron hoscos y desconfiados.

—No sabemos nada de ese loco, señor Golfieri, nosotros somos gente honrada que nada queremos saber de venganzas ni querellas—aseguró un viejo de nariz ganchuda y mirada fiera.

—¿Y jamás les escribió ni una carta?

El anciano lo negó con vehemencia.

—¿Pero por qué le buscan ustedes, qué ha hecho ese imbécil ahora?

Enrico y su hermano se miraron.

—Raptó a mi madre y a mi hermana señor, y cuando lo encontremos lo lamentará—dijo Enrico.

—¡Por santa Úrsula, Alaric realmente perdió el juicio!—opinó el anciano.

—¿Y no saben ustedes en qué lugar de Francia está? Debemos encontrar a nuestra hermana, solo tiene quince años señor—dijo Enrico observándole con fiereza.

—Qué barbaridad, yo nunca intervine en sus asuntos, él quedó huérfano de muy pequeño y un hermano mío lo crió.

La historia de la vida del raptor no les interesaba pero el viejo siguió hablando de la infancia de Alaric.

En suma, no sabía en qué parte de Francia vivía, tal vez Paris, o Toulouse…

—Hace años que no viene, vendió sus tierras y se marchó a Francia a buscar fortuna, jamás regresó ni escribió. Tal vez esté muerto.

—No está muerto, juró vengarse y lo hizo involucrando a mi pobre hermana en su venganza, y también a mi madre—estalló Enrico.



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