Pasión en grecia by Rebecca Winters

autor:Rebecca Winters
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2015-12-28T00:00:00+00:00

Capítulo 5

–HEMOS tenido suerte, Andrea. Los turistas todavía no han llegado a esta cala escondida. Los que tienen barcos llegarán luego, en manada, pero por ahora prefieren las sombrillas y las bebidas al otro lado del cabo.

Andrea estaba encantada. Había bastado con un rápido paseo de cinco minutos en coche desde el paseo marítimo de Thassos y ya tenían esa isla paradisíaca para ellos solos. En cuanto Stavros apagó el motor, la lancha se deslizó sobre la fina arena blanca.

Después de quitarse la ropa, Andrea saltó al agua por la parte de atrás de la embarcación. El resplandor del sol había calentado el agua hasta convertirla en un agradable caldo.

–¡Esto es el Cielo, Stavros!

Mientras flotaba en el agua, trató de no mirarle mucho mientras se desvestía. La cintura del traje de baño le quedaba muy baja sobre las caderas. Raudo y veloz, Stavros se lanzó al agua y llegó hasta ella en cuestión de segundos. Una sonrisa radiante fue lo primero que vio Andrea cuando emergió a su lado. Con el pelo negro empapado resultaba tan peligrosamente atractivo que Andrea escondió la cabeza en el agua un momento y comenzó a nadar, alejándose de él. Pero cuando salió para tomar el aire, volvió a encontrárselo frente a ella. A partir de ese momento comenzó un juego del escondite que se prolongaría durante casi una hora.

–¡Para! –le suplicaba ella, riendo, cada vez que emergía y se lo encontraba bloqueándole el paso–. Ahora me toca a mí.

–Adelante –le decía él, pero se quedaba donde estaba.

–Tienes que intentar huir.

–¿Y si no quiero? –la estaba esperando para que nadara hasta tropezarse con él.

–Eres imposible –exhausta después de tanto ejercicio, Andrea se volvió y comenzó a nadar hacia la orilla.

De repente vio una silueta redonda que se movía bajo el agua.

–¡Stavros! ¡Creo que hay una raya por aquí!

Stavros apareció en una fracción de segundo, interponiéndose entre la amenaza y ella.

–Sigue adelante hacia la orilla, y mueve rápido las piernas.

No se habían adentrado mucho en el mar, pero a Andrea le pareció que pasó una eternidad hasta que sus pies tocaron la orilla. Sin aire, se dejó caer sobre la arena. Stavros se arrodilló junto a ella y la hizo darse la vuelta.

–¿Te encuentras bien? –su voz sonaba insegura.

Andrea jamás olvidaría la ansiedad que vio en sus ojos.

–Sí. ¿Y tú?

–Hemos salido a tiempo. Por suerte la viste y eres una excelente nadadora. Si no, ya estarías de camino al hospital. Llevo más de cuatro años sin ver una raya por aquí. Su picadura no es mortal, pero sí te puede hacer enfermar.

–Lo sé. A mi padre le picó una un día, hace años, en la playa de Kourou, en la Guayana Francesa. Pasó varios días en la cama. Estaba tan preocupada por él que no fui al colegio para poder cuidarle.

Stavros deslizó la yema del dedo sobre sus labios.

–Estoy seguro de que eso lo ayudó mucho a recuperarse rápidamente. Y ahora que has hablado de él, siento curiosidad por saber algo. ¿Por qué Ferrante y tú

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