Pasión desesperada by Encarna Magín

Pasión desesperada by Encarna Magín

autor:Encarna Magín
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-10-08T11:37:59+00:00


Capítulo 8

Como miembro de la profesión médica, prometo solemnemente: PROMOVER el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Hago esta promesa solemne y libremente, empeñando mi palabra de honor.

Martí estaba en su despacho, tecleando en su ordenador. Los dedos se movían torpemente por efecto del cansancio, por lo que decidió que ya era hora de terminar su jornada laboral. Estaba guardando unos documentos informáticos cuando Pierre entró.

—¿Has hecho lo que te dije? —preguntó el banquero levantando la mirada del ordenador.

Pierre se sentó en uno de los sofás de cuero color verde aceituna que había frente a la chimenea, cruzó las piernas y alargó un brazo en el respaldo. La mano de la otra extremidad sostenía un habano cubano, le gustaba el lujo y su trabajo le permitía vivir como un señor.

—Sí, está todo controlado. Carlotta se llevará un susto y cambiará de opinión. Estoy seguro de que se vendrá a vivir aquí.

Martí dejó las gafas sobre el escritorio, suspiró mientras se restregaba los ojos a fin de aliviar su vista cansada y se levantó para sentarse frente a Pierre en el sofá paralelo. Entre ellos había una mesa auxiliar rectangular del mismo roble oscuro que el resto del mobiliario del lujoso despacho. Martí alargó su cuerpo y cogió la caja de marfil en la que había puros cubanos, de la misma clase que el que se fumaba Pierre. Encendió uno, lo sorbió con ímpetu hasta que la punta quedó incandescente.

—Espero que el plan funcione —dijo el banquero cuando soltó el humo.

La idea de que saliera bien y de que su pequeña retornara a su hogar lo hicieron sonreír. A esas alturas ya no distinguía la realidad del deseo, y nadie lo convencería de que Carlotta no era Joana.

—¿Y si no sale bien? —preguntó Pierre.

La sonrisa se borró del rostro viejo del banquero.

—Tomaré medidas más drásticas hasta que venga a vivir aquí. Ya pensaré en ello si el plan fracasa. ¿Has averiguado alguna cosa de Dan Hari? —Era otro de los asuntos pendientes y que había provocado que en la víspera no hubiera conciliado el sueño.

—Está limpio si te refieres a eso, no tiene dinero ni familia. Es un tipo normal que intenta salir adelante, está en Andorra por trabajo.

—¿Sabes cuándo se le acaba el trabajo? —preguntó, aspiró su habano.

—Tiene un contrato de seis meses. No sé si se lo renovaran. Los chicos que le siguen me han informado de que, de momento, no hace nada fuera de lo común.

Martí liberó el humo antes de contestar.

—Solo llevan un día vigilándolo, no podemos esperar milagros. Todos tenemos cadáveres en el armario. A lo mejor damos con algo con que chantajearlo para que se vaya lejos.

—Yo apuesto por deshacernos de él —dijo el francés con frialdad—. Es menos quebradero de cabeza.

—Esa será mi última opción, aunque reconozco que, a cada hora que pasa, más convencido estoy de que es mejor hacerlo desaparecer. Pero no quiero apresurarme, quizá se vaya cuando acabe el contrato, y si no encontramos algo con que chantajearlo,



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