Ocaso by Rober H. L. Cagiao

Ocaso by Rober H. L. Cagiao

autor:Rober H. L. Cagiao [H. L. Cagiao, Rober]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-07-15T00:00:00+00:00


XXXIV. RAMÓN CASTRO Y LAS XACIAS

Vio la cara de Costoya, que iba de copiloto, acababa de decirles que estaban a menos de quince minutos de llegar a aquel lugar llamado Vilar de Ortelle. Los demás asistían a la clase magistral de Alba.

—Veréis, chicos, encontré ese verso: «Sabeliña, Sabela, fritida está en aceitón», en una web de misterios de Galicia y Asturias, y después de leerlo a fondo tuve claro que era nuestra leyenda, sobre todo por la referencia que hace al cura. Ramón Castro fue el párroco de Vilar de Ortelle a principios del siglo pasado y en su obra Reseña histórico-descriptiva de Vilar de Ortelle, incluyó esta leyenda en la que recogía una serie de mitos fluviales.

«Los ríos fueron siempre venerados por las culturas antiguas, representaban parte de la mitología hídrica, energía creadora y poder de destrucción. Y desde antiguo estuvieron poblados de seres fantásticos.

»Los Xacios fueron unos de ellos, eran una especie de criaturas anfibias, de aspecto humano, que podían sobrevivir en el agua y fuera de ella. Las Xacias eran bellísimas y llevaban a los mozos a la perdición. Siguiendo la tradición de los mouros, se dice que poseen enormes tesoros y fortunas ocultas, sin que nadie las haya encontrado.

»También se les atribuyen tendencias antropófagas. De hecho, a principios del siglo pasado, las leyendas de encuentros e incluso matrimonios entre Xacios y humanos todavía estaban muy extendidas en los pueblos de la ribera del Miño, como Pantón, Chantada y O Saviñao».

Alba hizo una pausa y se aseguró de que tenía la total atención de la audiencia.

—Ramón Castro recogió en ese tratado una de esas leyendas:

«Un mozo de Ortelle que pescaba en el Miño se encontró a una hermosa Xacia al pie del castro de Marce. La mujer le dijo que si la llevaba a bautizar podría casarse con ella y así lo hicieron. Pero los hijos habidos del matrimonio mostraban un desmedido gusto por el agua y estaban siempre bañándose en el río.

»El padre, harto de la situación, los rechazó. Discutió con su mujer y la infelicidad reinó en el hogar. La Xacia regresó a los pozos del Miño, pero sus congéneres la mataron y despedazaron por haberse bautizado. El joven, arrepentido de su actitud, fue a buscar a su mujer pez, aunque solo halló sus restos flotando en el agua del Miño.

»Sin embargo, las desgracias nunca vienen solas y Sabela, la hija menor, que acostumbraba a ir con el ganado al monte, se encontraba cada día con una Xacia que se fue ganando su confianza. Se hicieron muy amigas, ya que le regalaba granos de maíz moreno que se volvían onzas de oro en la faldriquera de la chica, con la condición de no contar nada a nadie o vendrían el resto de Xacias y se la llevarían para siempre.

»Pero la joven cometió el error de decírselo a su padre. A la mañana siguiente se fue, como cada día, pero no volvió.

»Al ver que no regresaba el padre subió a lo alto del Castelo Minei en su busca.



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