Novelas y cuentos by Felisberto Hernández

Novelas y cuentos by Felisberto Hernández

autor:Felisberto Hernández [Hernández, Felisberto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1960-01-01T03:00:00+00:00


En gira con Yamandú Rodríguez

En el año 32 Yamandú Rodríguez y yo hicimos una gira. Él recitaba poesía y yo tocaba el piano. Llegamos a una ciudad chica, donde Yamandú tenía muchos amigos y en seguida fuimos a ver al dueño del teatro; era un muchacho más bien bajo, erguido, caballeresco, usaba patillas y no nos quiso cobrar ni el alquiler de la sala, ni la luz, ni los programas. Los amigos de Yamandú consiguieron que varias instituciones —la Intendencia, los clubes, la biblioteca—, participaran en la compra de entradas. En un momento se vendieron todas y nosotros nos quedamos sin hacer nada. El día en que llegamos yo había recorrido aquella ciudad como si me fuera a tragar las casas y a echar encima de las calles y de las plazas. Un rato antes de la función, mientras mirábamos el escenario —aquella buena gente había pedido a los vecinos muebles y plantas para que en la escena apareciera una sala— alguien se acercó y nos dijo que las entradas habían sido repartidas en las escuelas. Yamandú y yo nos miramos y empezamos a imaginarnos las consecuencias. Es posible que en las instituciones oficiales hubieran pensado que si Yamandú recitaba —eso era propio de las escuelas— y si yo tocaba el piano, el acto resultaría «instructivo»; y en ese caso había que pensar en los niños. Además el recital sería a las 15 —nos habían dado esa hora porque en la sesión vermouth y en la noche la sala estaba comprometida para el cine— y las 15 era precisamente una hora para niños. Pero Yamandú y yo preferíamos que nos oyeran personas mayores; los niños, después que se aburrieran, harían ruido.

Pronto empezaron a entrar. Los de algunas escuelas venían en formación y obedecían a las maestras; pero otros entraban sueltos, corrían por todas las localidades del teatro y nadie los podía sujetar. Yamandú, desesperado, me decía: «¿Qué te parece si cambiamos el programa?». Entraban niños demasiado chicos y yo le contesté: «No hay necesidad; no les interesará ninguno de nuestros programas». Por el pasillo de la platea venía una negrita de diez años y traía tomados de la mano a una escalerita de negritos. Ese día Yamandú recitaría un diálogo entre Clemento Séptimo y Benvenuto Cellini. Pero primero saldría yo a tocar música española. Apenas aparecí en escena las maestras empezaron a chistar a los niños; después, viendo que no les hacían caso, los amenazaban gritando. Me senté al piano y miré la sala: estaba desbordante; sólo en los palcos había alguna que otra persona mayor. Al hacer los primeros acordes el barullo disminuyó; después no sólo chistaban las maestras, sino también los niños. Y por último se renovó el escándalo. Yo terminaba una pieza y empezaba otra como si estuviera solo; pero de pronto, mientras tocaba la Danza del Fuego y hacía los acordes levantando las manos, oí gritar con mucha fuerza desde el paraíso: un niño, haciendo bocina con las manos, le decía a otro que estaba en la platea: «Che Martínez, manya».



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