Nos acostumbraremos by Zoyâ Pirzâd

Nos acostumbraremos by Zoyâ Pirzâd

autor:Zoyâ Pirzâd [Pirzâd, Zoyâ]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-31T16:00:00+00:00


16

Hacía frío en la calle, pero en el centro comercial el aire era tan caliente que Arezu tuvo que desabrocharse el cuello del abrigo. Se abanicó con un pico del velo.

—Me estoy asfixiando.

—¿No te he dicho que no te pusieras ese abrigo? —le reprochó Ayeh.

—¡Qué tiendas más bonitas! —se extasió Mah-Monir, lanzando una mirada en derredor—. Hacía tiempo que no venía.

—Date prisa en comprar ese maldito mono de esquí —se impacientó Arezu—, y volvamos a casa. Me estoy asando.

—Si piensas estar todo el rato de mal humor —dijo Ayeh—, mejor volvemos ahora mismo. Yo quiero verlo todo. Y también necesito unas zapatillas de deporte.

Mah-Monir la arrastró hacia las joyerías.

—Ven, yo siempre empiezo por aquí.

Le señaló una pulsera en un escaparate.

—Se parece a la mía de Cartier.

—¿Una pulsera Cartier de verdad?

—¿La mía? Claro. Fue un regalo de tu abuelo por mi cumpleaños. Esta seguramente será de fabricación local. ¡Pero bueno, los joyeros iraníes también saben hacer prodigios! Realizan unas copias que…

Pasó a la tienda siguiente.

—¡Qué gafas más bonitas!

Ayeh examinó las marcas de gafas para mujer:

—Dolce & Gabbana, Versace, Chanel. ¡Y mire esas de ahí, Armani! ¡Son lo más!

Arezu miró las gafas para hombre, pensando: «Nunca le he visto con gafas de sol». Recordó las arrugas que tenía Sohrab debajo de los ojos mientras se pasaba la mano por los suyos. Luego observó el perfil de su madre. Cuando su padre hablaba de la piel de Mah-Monir, solía decir: «¡Tersa como un grano de uva!». Y Sohrab, en cambio, decía: «Una mujer sin patas de gallo es como un vino del año, ¡imbebible!». Arezu se lo contó a Shirine, que se rio mucho. «¡Mira qué listo!». A Arezu, sin embargo, no le hizo gracia.

Ayeh la llamó:

—¡Ayu janom! ¿En qué estás pensando? Ven. Maryane me ha dicho que había unos monos de esquí preciosos en la última tienda. También lo he leído en varios blogs.

—¿Dónde has dicho que lo has leído?

—Nada. Olvídalo. Mira, aquí es.

La tienda de deportes estaba abarrotada. Arezu miró a su alrededor.

—¿Quién dice que la gente no tiene dinero? ¡Mira qué multitud hay aquí!

—Pero no todo el mundo compra —objetó Ayeh, acercándose a la caja—. La mayoría de la gente viene solo a mirar.

Mah-Monir fue a palpar un chándal negro.

—¡Qué género más bonito!

Lo cogió para probárselo.

—Si lo tienen en rojo vivo, me lo llevo.

Fue a preguntar. Arezu miró el precio en la etiqueta y rogó al cielo que no tuvieran ese color. Se abrió paso entre la muchedumbre para llegar hasta Ayeh, que se impacientaba junto a un dependiente. Una joven de gruesos labios le estaba preguntando:

—¿Tienen trajes de baño?

Lucía varios vendajes en la nariz por una operación de cirugía estética. Mah-Monir le dio un codazo a Arezu y, señalándole con la mirada los labios de la mujer, susurró:

—¡Colágeno!

Por su parte, Arezu también le dio un ligero codazo a Ayeh señalándole a la joven:

—¿Un traje de baño en pleno invierno?

Ayeh murmuró con aire malhumorado:

—No grites, mamá. ¿Es que nunca has oído hablar de las piscinas cubiertas?

Luego le enseñó unas zapatillas de deporte con cordones plateados.



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