Noche by Alejandro Sawa

Noche by Alejandro Sawa

autor:Alejandro Sawa [Sawa, Alejandro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1888-01-01T00:00:00+00:00


II

ERA NAZARIO, DE TODOS SUS hermanos, el que más pronto había hallado acomodo y plaza en las francachelas de la existencia. Y no es que la fortuna se hubiera entrado de rondón en su cuarto mientras que dormía, para lanzarlo a los esplendores de una vida asegurada y tranquila, como él deseaba, sino que la grosería de su temperamento le había proporcionado una más fácil adaptación en la batahola humana que los otros elementos de su familia, o condenados, como Paquita, o insurrectos contra la vida, como sus padres, y el discípulo de Loyola que terminaba sus estudios en la pensión de Chamberí. Poseía aquel mozalbete de veinticuatro años cuanto es preciso para estar bien avenido con la limitada humanidad de que se forma parte: sistema dentario completo, en buen estado de conservación; estómago poderoso, bien abastecido de cuantos jugos gástricos son precisos para digerir piedras; aparato nervioso, casi nulo, solo el suficiente para recoger y transmitir sensaciones; buena sangre y abundante, rica en glóbulos rojos. Y un enorme vacío moral en la cabeza.

Era la bestia humana en toda su desfachatez. Carne, músculos, huesos. Ni por casualidad la alborada, la anunciación tímida del espíritu. Materia, y materia y materia. Materia, bueno, pensante. Aquel animal tenía ideas religiosas, idea de la familia, idea de la propiedad, casi concepto del prójimo, conciencia completa del yo, que en su boca y en las lobregueces de su inteligencia resultaba un yo enorme. Pero no la materia sublimada de los organismos superiores.

Un hombre como otro cualquiera, que es esto lo que me proponía decir.

Encajó perfectamente en la sociedad, porque estaba hecho para la vida, a pesar de todo y contra todo. Si hubiera sido su hermana Lola, hubiérase amancebado con Gala, y se hubiera después abarraganado con don Gregorio: todo esto para vivir. Si hubiera sido su hermana Paca, no se hubiera roto la salud trabajando en la máquina para mantener a los suyos: todo esto para vivir también.

Y si su instinto le hubiera aconsejado, en un caso de enfermedad, el ateísmo como remedio, le hubiera dado la batalla a Dios, y luego de sano hubiera ido a darse de cabezadas contra el pavimento de las iglesias.

Era, sobre todo, una gran vulgaridad. Trazando su silueta, parece como si se trazara el enorme bosquejo de la humanidad entera. Animal hominal o humano, como rezan algunos libros de Zoología. Homo.

Don Francisco lo llamó un día, y le dijo:

—Mira: yo te destinaría de buena gana, como a Paquito, a la carrera eclesiástica; a ti y a Evaristo; pero tú tienes la cabeza un poco dura, y a mí hace ya tiempo que no me suenan los cuartos en el bolsillo. Eres ya un hombre, y no haces nada; la ociosidad es la madre de todos los vicios, y yo no puedo mantenerte. Ya estás criado; yo he procurado educarte en la medida de mis fuerzas, y con la protección siempre decidida del Santo Patriarca; y así es que ya puedes salir a la calle en busca de los dos panecillos que comes todos los días.



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