Nadie contará la verdad by Pedro Feijoo

Nadie contará la verdad by Pedro Feijoo

autor:Pedro Feijoo [Feijoo, Pedro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-11T00:00:00+00:00


12

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—De acuerdo. Sí, sí, vale, comprendo. Oye, te debo una, Diego. Sí, gracias. Adiós, adiós. Joder… ¡Rodrigo!

Lamas cuelga el teléfono y se pone de pie con tanta premura que la silla rueda disparada contra la mesa de al lado. Al rebotar cae al suelo, pero eso el periodista ya no lo ve. Porque ya no está ahí.

—Me cago en la puta… ¡Rodrigo!

Salvador Lamas atraviesa la redacción, corriendo a tanta velocidad como le es posible hacia el pasillo de Dirección.

—¡Rodrigo, no te lo vas a creer! —exclama al tiempo que abre la puerta—. ¡Es López!

Desconcertado, Rodrigo Guzmán aparta la vista del televisor en el que sigue el canal de noticias mientras cena algo en su escritorio, y le devuelve una mirada perpleja a Lamas.

—Oh, sí, claro —le responde flemático—, entra sin llamar. Total, este solo es el despacho de tu director…

Es cierto, Lamas no se ha detenido a llamar a la puerta antes de entrar. De hecho, la ha abierto con tanta fuerza que ha salido disparada contra la pared lateral, y ahora regresa lentamente.

—Sí, bueno, lo siento… Pero es que esto es importante, Rodrigo.

—¿El qué? —pregunta el director, al tiempo que deja sobre la mesa el bol con ensalada que aún mantenía en las manos.

—Te lo estoy diciendo. Lo de López.

—¿López? ¿Antonio López?

—No, coño: Súper López, que le van a hacer una película nueva, y por eso entro corriendo en tu despacho, porque soy muy fan… ¡Pues claro que Antonio López, Rodrigo!

—Vete a tomar por culo, Salva. ¿Qué pasa, qué ocurre ahora con López?

—Que lo acaban de matar.

Guzmán apenas reacciona. De acuerdo, esto sí que no se lo esperaba.

—Pero… ¿Pero de qué me estás hablando, Salva? ¿Cómo que lo han matado?

—Como lo oyes. Acaban de cargárselo, no hará ni una hora. Y no solo eso: han tenido los santos cojones de hacerlo aquí al lado, en el puente.

Más sorprendido a cada palabra que escucha, Guzmán no sabe qué responder.

—¿En el puente? ¿Te refieres al puente de Rande? Pero… ¿Cómo?

—A ver, aún no tengo todos los detalles, pero por lo que me acaban de contar, parece que ha sido una salvajada. Le han pasado por encima con un coche.

—¿Por… encima?

—Sí. Se ve que él venía en moto. Y, bueno, al aparecer primero le han metido un viaje que lo han mandado a Cuenca y luego se lo han llevado por delante. Lo han destrozado, Rodrigo, se lo han cargado.

—Pero… No me jodas, Salva, esto que dices es muy serio.

El director del periódico reacciona al fin. Se pone de pie, se sacude las migas de pan que se le habían quedado agarradas a la corbata y, todavía desconcertado, se acerca a las enormes ventanas que se abren tras la mesa de su despacho. Y lo busca.

Allá al fondo, detrás de la colina, está al puente. De hecho, a muy poca distancia del periódico. De día se ve con claridad la parte más alta de los enormes pilares centrales y el comienzo de los gigantescos tirantes. Pero ahora mismo, de noche, Rodrigo tan solo alcanza a identificar las luces de seguridad en lo alto de los arcos.



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