Murtagh by Christopher Paolini

Murtagh by Christopher Paolini

autor:Christopher Paolini [Paolini, Christopher]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


Murtagh recibió una impresión procedente de Espina, una sensación de distancia, desolación y distorsión que hacía ver el mundo como a través de una lente que cambiara todas las formas y todos los ángulos.

Confuso, Murtagh volvió a mirar a Bachel e intentó establecer una relación entre su aspecto y lo extraño de su vida interior.

No es lo que parece, dijo.

No, confirmó Espina.

En la plaza, los lugareños seguían montando el banquete, troceando enormes cabras y carneros, y disponiendo ricos cortes de carne sobre los fuegos encendidos en el suelo. Mientras trabajaban, Murtagh observó que miraban de reojo a Espina. Era como si el dragón fuera un imán ensangrentado que los atrajera, y sus cuerpos trazaban líneas de fuerza, como en un campo magnético. Algunos incluso se atrevían a alargar una mano temblorosa, aunque ninguno osaba tocarlo. Tal como lo veía Murtagh, aquel comportamiento denotaba no tanto «veneración», como había dicho Bachel, sino algo más próximo a la idolatría.

Bachel los observó mientras trabajaban, y dio la impresión de que le había leído el pensamiento, porque dijo:

—Les fascina la belleza de tu dragón. No quedan muchos en Nal Gorgoth que recuerden algo así.

Espina emitió un murmullo, complacido.

—Pero ¿alguno sí hay?

—Alguno.

—¿Y tú te cuentas entre ellos?

Una vez más, Bachel sonrió, aparentemente divertida.

—Tus preguntas no tienen fin, hijo mío. Pero es mejor comer y luego hablar que hablar y luego comer.

—Por supuesto. Perdóname. De tu lengua fluye una sabiduría ancestral —añadió.

Murtagh lo dijo con sarcasmo, pero, a su pesar, sonó a reflexión sincera.

Varios hombres empezaron a tocar la lira entre las columnas del templo. La melodía seguía un tono menor y tenía una sensibilidad salvaje, rabiosa, que creaba una sensación aún más extraña.

Bachel levantó un dedo y dijo:

—Alín, ven aquí.

La misma joven de túnica blanca que le había servido antes se acercó a paso ligero e hizo una profunda reverencia.

—¿Sí, Portavoz? —dijo, con una voz aguda y dulce.

—¿Qué te parece nuestro invitado, el gran dragón Espina?

Alín puso unos ojos como platos, e hizo otra reverencia.

—Es espléndido, Portavoz. Tenemos mucha suerte de que le hayas permitido visitarnos.

¿Permitido?, le dijo Espina a Murtagh, desconcertado.

Lo que está claro es que Bachel no parece preocupada por nuestra presencia.

No parece que haya muchas cosas que la preocupen.



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