Muerte de Atlante by Rafael Balanzá

autor:Rafael Balanzá [Balanzá, Rafael]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2024-02-29T00:00:00+00:00

* * *

Un ruido procedente del corredor lo devolvió a la realidad del barco y la navegación. Uno de los otros —Esperanza o Adrián, probablemente— debía de haber entrado en su camarote. Oyó los pasos y el ruido de una de las puertas.

Después de escarbar en todos esos sucios recuerdos comprendía que nunca había existido el menor margen para su libertad. Había sido conducido por un estrecho pasillo de cristal hacia una trampa, como una cobaya de laboratorio. Pero ahora sí. Ahora, por primera vez, se sentía realmente libre. En el barco todos estaban bailando desde aquella mañana la música que él improvisaba. ¿No era así? Interpretaban obligatoriamente su partitura. Pensó una vez más en Fernanda. Imaginó su cuerpo grotescamente doblado en el congelador. Esa combinación de tragedia y ridículo le dolía. Casi no podía soportarla. Pero, al mismo tiempo, de esa visión se desprendía una energía terrible que, si lograba dominarse lo suficiente, tal vez fuera capaz de absorber. Era una especie de toxina que se apoderaba de su cerebro, un extraño viento que lo hacía resonar como un instrumento de otro mundo. En eso se había convertido: en un músico de otro mundo, proveniente de un planeta muy raro donde las nociones de armonía y melodía nada tenían que ver con las de la tierra. Por eso nunca había encajado allí. Esa debía de ser la razón de que jamás se hubiera sentido libre hasta un segundo después de darse cuenta de que la había matado. Fue como despertar. Como abrir los ojos en una dimensión nueva. Entonces, y solo entonces, había atravesado una tenue e invisible membrana que lo separaba de una realidad contigua, muy cercana, pero a la que nunca se había atrevido a acceder. Y descubrió que se podía vivir allí, que se podía respirar ese aire. Era como empezar a utilizar unos pulmones distintos que no sabía que formaban parte de su organismo. ¡Así que se podía sobrevivir en esa atmósfera! Y, además, tenía aquella desconocida sensación de estar al mando. Por primera vez en su existencia poseía el control total de la situación. Ese era el elemento esencial del nuevo paisaje. Solo él tenía todas las claves de lo que estaba pasando y el poder de decidir cómo terminaría. Lo descubrirían, por supuesto. Al final, lo encerrarían si la cosa no acababa antes. No podría escapar, si lo pensaba bien, pero apenas le importaba. El truco estaba en cambiar duración por intensidad. Quizá su dominio fuera muy breve, cuestión de pocas horas, incluso; pero prometían ser las mejores de su vida. Un solo día de poder y de libertad verdadera ¿no valía más que una dilatada agonía sufriendo pacientemente la crueldad de los otros? Y si el final era el mismo para todos —cremación, putrefacción—, si terminaban igual los listos y los tontos, los buenos y los malos, ¿qué importaba que el camino hasta el agujero fuera sinuoso o recto, oscuro o iluminado? Después de todo, todo era nada.

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