Moscas para los Mayas by Ian Fraser

Moscas para los Mayas by Ian Fraser

autor:Ian Fraser
La lengua: spa
Format: epub
editor: Babelcube Inc.
publicado: 2015-09-10T00:00:00+00:00


"Yo también."

Bajo nuestros pies, las paredes amarillas relucían en el líquido. Afuera, había un resplandor en el cielo. El nuevo día estaba comenzado ¿Podría ser yo asesinado? ¿Era posible?

*

A la distancia, la región de Gaza se veía como una inmensa serie de fortalezas brillantes. El reino se había convertido en un extenso complejo lleno de edificios, que se expandían a cientos de millas a la redonda. Frondosos bosques con árboles de olivos, campos de trigo y huertos frutales se extendían sobre las explanadas y casinos con cúpulas altas. Ríos que corrían lentamente, atravesando por puentes de piedra, se entrelazaban por dentro y fuera de la estructura gigantesca. Parte de la población se había asentado en los bosques, pero la mayoría vivía en el interior de Gaza, en el río, en casas flotantes – usando una serie de senderos y muelles para llegar a las costas. Como un efecto Veneciano, Gaza era una atracción casi tan grande como la misma Nueva Jerusalén, que había sido reconstruida en su totalidad.

La luz del sol se sentía como dedos afilados punzantes. Busqué las gafas de sol y me las puse. Mis ángeles se desplegaron, inspeccionando callejones mientras nos movíamos a lo largo de las estrechas calles del antiguo barrio. El Muro de los Lamentos estaba por en frente. El clima era extremadamente caliente – pero al menos la humedad disminuía entre más alto subíamos. Miré hacia abajo de la colina. Los tejados marrones descendían en filas sinuosos hacia la brillante orilla del agua; el río zigzagueando hacia adelante y hacia atrás antes de desaparecer en las sombras de los muros de Gaza.

Para tratar de calmar los nervios, yo había sugerido una excursión antes de mi reunión programada. Por votación popular, el Muro de los Lamentos había sido elegido. La puntualidad no tenía nada que ver con que nosotros estuviéramos ahí temprano – la verdad era que no sabía cómo mantener a salvo a los ángeles que me quedaban, así que había traído a todos conmigo. Mis ángeles miraban desconfiadamente por todos lados, había un claro destello de histeria. Me sentía como una mamá gallina rodeada de sus polluelos.

Nos detuvimos en Al Quds, un restaurante especializado en helados. Elegí un helado de fresa y nuez de macadamia para mí. Mis ángeles se alinearon en las paredes del callejón, disfrutando del descanso de la dureza de la colina. El helado estaba delicioso. Escuché fragmentos de conversaciones entre una gama de acentos mientras los turistas pasaban jadeando con dificultad. Me había olvidado de lo popular que era esta región. Bien. Al menos había hecho algo bien.

¿Qué va a pasar si no puedo conseguir tropas?

Entonces estaría en problemas.

Me dije a mí mismo que el escalofrió era por el aire frío que salía por las puertas de las tienda.

Todos terminaron sus golosinas, y comenzamos a movernos de nuevo.

El callejón se redujo y la presión de la multitud aumentó. El picante humo que producía el cocinar crepes y schwarmas espesaba el aire. Mis ángeles me rodearon, dándoles la espalda a los vendedores ambulantes que agitaban baratijas sagradas – crucifijos, medias lunas, y rosarios.



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