Monstruo (Monstruo 1) by Michael Grant

Monstruo (Monstruo 1) by Michael Grant

autor:Michael Grant
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2018-12-12T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 13

Harta de que la utilicen

AHORA QUE HEMOS VISTO que has adquirido un poder extraordinario, mucho mayor del que tenías en la ERA, creo que estarás de acuerdo con que tenemos que refinar, pulir y dirigir ese poder —le propuso Tom Peaks a Dekka.

—No —repuso la chica, y su «no» era contundente.

—Pareces molesta —señaló Peaks.

—¿Molesta? —Dekka se rio sin alegría.

Se encontraban en la oficina de Peaks, en la planta superior, con unas vistas impresionantes de las instalaciones. Pero Dekka no estaba impresionada. Desde cualquier ángulo, el Rancho seguía pareciendo un parque industrial sin gracia, o uno de esos campus de compañías tecnológicas, pero menos original: con edificios de ladrillo u hormigón, coches aparcados, hierba bien recortada, todo bien colocado formando ángulos rectos perfectos. Las instalaciones estaban rodeadas de pinares, pero los árboles estaban grises, encogidos ante la proximidad del invierno.

—Los científicos quieren...

—No me importa lo que quieran —replicó Dekka sin cambiar de tono de voz, y a continuación frunció el ceño—. Un momento, ¿a qué te refieres con lo de pulir y refinar? Pensé que lo que querías era eliminar los poderes.

Peaks puso mala cara, frunció los labios y se encogió de hombros.

—Cuando llegue el momento.

Dekka se sentó con las manos agarrándose los antebrazos, sus propias manos, afortunadamente, manos humanas.

«¡Dios mío! ¡Qué poder!».

—En serio —continuó la chica—. O vas al grano, o me piro. No quiero que me utilices, no haré de marioneta. Dime lo que está pasando, o se acabó.

—¿Qué es lo que quieres saber, Dekka?

—Esto no va de saber cómo desconectar los poderes.

Peaks estaba muy quieto mientras la observaba.

—¿No?

—Quieres utilizarme. Quieres utilizarme como arma.

Peaks trató de esbozar una sonrisa que pareciera de disculpa, pero que acabó resultando macabra.

—En fin, Dekka, yo solo soy un humilde empleado de la DARPA, y eso es lo que...

Dekka se levantó.

—Y un cuerno. Yo ya luché mi guerra, ya lo hice. ¡No necesito nuevas pesadillas despertándome a las tres de la madrugada!

—Dekka, siéntate, por favor —Peaks dejó que el silencio se alargara hasta que, aún reticente, la chica volvió a sentarse—. De acuerdo. Todo lo que voy a contarte es secreto. Alto secreto.

—Ajá.

—¿Has vuelto a Perdido Beach?

Dekka frunció el ceño. El sentimiento de culpa la pillaba desprevenida.

—No, ¿por qué iba a hacerlo? No es que me traiga precisamente buenos recuerdos.

—La gente ha vuelto a Perdido Beach —explicó Peaks—. Pero la mayoría se marcha en menos de un año. La población actual se ha reducido a un tercio respecto a la que había antes de la anomalía. Las casas son baratas, la ciudad está casi reconstruida, y sin embargo la tasa de delitos es nueve veces mayor que antes: ataques, violaciones, asesinatos. Pandilleros en moto, supremacistas blancos y agresores sexuales fichados, eso es lo que domina ahora en Perdido Beach.

Dekka asintió, preguntándose por qué no lo sabía. ¿Se había preocupado alguna vez por saber algo sobre el Perdido Beach actual? No, ni lo había buscado en Google.

—Enviamos a un equipo para que entrara en la mina, hasta las profundidades donde penetró el OEA-1. Hasta donde vivía la criatura.



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