Maya Erikson y el último secreto by Isabel Álvarez

Maya Erikson y el último secreto by Isabel Álvarez

autor:Isabel Álvarez [Álvarez, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Intriga, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2023-04-01T00:00:00+00:00


Antonella era una mujer de mediana edad, llevaba gafas y una bata blanca con restos de pintura. Caminaba entre aquella multitud de obras de arte y trastos sin prestarles demasiada atención.

—Encantado —dijo Marco, y se acercó a ella con intención de darle la mano.

Pero entonces se escuchó un agudo maullido y un gato salió de un salto de uno de los armarios. Marco se asustó, se apartó y se cubrió con los brazos. Al hacerlo, golpeó con el codo una vasija de cerámica que tenía tras él y esta cayó al suelo.

—¡Nooo! —gritó Antonella.

Marco no se atrevía a moverse por miedo a empeorar la situación.

—¿Qué he roto? —preguntó sin siquiera mirar.

—Mi desayuno, me iba a tomar unos cereales —contestó enfadada, y se fue hacia una pequeña cocina que había en la esquina de la sala.

—Ay, vaya, lo siento —se disculpó algo confuso.

—Giovanni, ¿qué tal todo? —preguntó Antonella mientras vertía leche en otro cuenco—. Hacía mucho que no venías por aquí, ¿en qué puedo ayudarte?

—Verás, es algo complejo de explicar… Buscamos una piedra especial, con unas características únicas. Al parecer, el emperador Adriano la enterró en el Panteón y pensamos que pudo ser robada durante el saqueo de 1527.

—¿Qué piedra es esa?

—Esa es la cuestión, no he conseguido encontrar ningún registro de ella. Supongo que tiene que estar en manos de algún coleccionista privado.

Antonella miró al hombre con desconfianza.

—Esa piedra existe, créeme —insistió él.

—Si realmente existiera una piedra cuya historia fuera la que cuentas, estaría valorada en varios millones.

—Existe —repitió Giovanni tratando de convencerla.

—¿Y qué queréis de mí? —preguntó.

—Que nos ayudes a encontrarla.

—¿Encontrar una piedra de la que no hay registro? ¿Te has vuelto loco? Yo soy restauradora, no adivina.

—Venga, Antonella. Sé que es difícil, pero también sé que nadie conoce a los coleccionistas de esta ciudad tan bien como tú.

La mujer hizo una pausa y comió una cucharada de cereales de su cuenco mientras miraba fijamente a Giovanni.

—Hay muy pocos que puedan acceder a algo así, y hay uno que… —comenzó a decir.

—¿Qué? —preguntó Maya.

—Está especialmente interesado en todo lo relativo a Roma. Se llama Stefan Trittel, aunque lo llaman el Duque; no es noble, pero le gusta aparentarlo. Se ha construido una mansión a la que llama el Palacio Trittel, y realmente parece un palacio.

—¿Lo conoces? ¿Podríamos hablar con él? —indagó la chica.

—No es mi amigo, si es eso lo que me preguntas. Ha solicitado mis servicios en repetidas ocasiones, pero nunca he aceptado; no sé por qué, pero no me da buena espina. Hoy organiza un gran evento en su palacio para celebrar la inauguración de la arena del Coliseo. El muy presuntuoso…, como si no hubiera suficiente celebración por toda la ciudad.

—¿Podríamos ir?

—Por supuesto que no, se trata de un evento privado. Yo recibí una invitación hace unas cuantas semanas, debe de estar por aquí —explicó mientras rebuscaba entre los papeles de la mesa—. Evidentemente no pienso asistir, tengo cosas más interesantes que hacer. ¡Aquí está! —exclamó.

Maya se acercó para verla.

El reputado coleccionista de arte, filántropo y



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