Marie de la mar, volumen 1 by Annie Lavigne

Marie de la mar, volumen 1 by Annie Lavigne

autor:Annie Lavigne
La lengua: spa
Format: epub
editor: Annie Lavigne
publicado: 2022-11-04T00:00:00+00:00


Capítulo 23

El siguiente miércoles, volví al pueblo para hacer unas compras. Cuando entré al almacén general, me encontré con la señora Arsenault y la señora Richard. Volví la cabeza y las ignoré, con la esperanza de que no me llamaran. Había al menos diez personas en la tienda, y podía sentir sus ojos acusadores sobre mí.

—Vaya, pero si es la perra Marie... —farfulló la señora Richard.

Me sobresalté al escuchar esas palabras tan desagradables.

—¡Mira quién viene a hacer sus compras! Es Marie, la que profana nuestra iglesia los domingos. Tienes razón, Germaine. ¡A partir de ahora, la llamaremos «perra Marie»! —ladró la señora Arsenault.

Mi corazón se hundió.

—¡Perra Marie, quizá deberías volver a casa para ver si no hay un hombre esperándote! —comentó una aldeana.

—Me gustaría tomarte, Marie... ¡Facilona! —exclamó un pescador entre risas.

Las mujeres se lo quedaron mirando.

Sus palabras me desgarraron el corazón como anzuelos afilados. Las lágrimas inundaron mis ojos, pero no dejé que mojaran mis mejillas.

«¡No les daré el placer de llorar frente a ustedes! ¡Los odio! ¡Son unos completos brujos!».

Agarré lo que necesitaba, pagué y salí lo más rápido posible. Caminé a toda prisa hacia la casa de Rosalie. Mi amiga abrió la puerta y me abrazó al ver mi rostro bañado en lágrimas.

—¡Pobrecita! No hiciste nada malo, Marie. No les hagas caso —murmuró.

Había adivinado la escena que acababa de vivir.

—¡Sí! ¡Sí estuvo mal! ¡Y lo peor es que no sirvió de nada porque él se fue!

—Deja que pase el tiempo. Ya verás que la gente se olvidará.

—¡¿Tú crees?! ¡Aún recuerdan cuando me encontraron en la orilla! ¡Dentro de cincuenta años seguirán hablando de la perra Marie! Porque no tienen corazón...

Émile estaba yendo a reunirse con su padre en el almacén, pero se detuvo en la entrada.

—La señora Arsenault te guarda mucho rencor, Marie —comentó—. Habla de ti con cualquiera que quiera escucharla. Te da pésima reputación.

—¿Qué dice exactamente?

—Bueno... dice que eres una pequeña perversa.

—¡Ella es la perversa! ¡Ve perversidad y pecado en todas partes!

—Lo sé... Pero preferiría que no te vieran con Rosalie hasta que todo se calme, ¿entiendes? Vivimos aquí, y tengo una clientela en...

—¡Émile! —espetó Rosalie.

—Lo digo por tu bien, Rosie. No creo que te gustaría que las mujeres te despreciaran.

No me enfadé con Émile, porque entendía que solo quería proteger a su amada.

—Émile tiene razón, Rosalie. No quisiera causarte ningún problema. Te veré más tarde. Ya me tengo que ir.

—¡Vuelve a visitarme! —gritó Rosalie mientras me alejaba.

A medida que avanzaba por la calle principal, escuché voces detrás de mí. Eran tres pescadores que regresaban del muelle.

—¡Oye, perra Marie! ¿Te has encontrado con muchos hombres?

—No te pusieron un buen nombre, Marie, porque no eres virgen en absoluto.

—¡Pero a nosotros no nos importa! ¡Siempre que no quieras casarte!

—¡Ni siquiera saben lo que pasó! —les grité desquiciadamente.

Sin embargo, me recompuse y decidí callar. ¿Qué sentido tenía? ¿Qué sentido tenía explicarles lo que me hizo perder la cabeza en los brazos de un hombre cuando ni yo misma lo sabía? Debía de haber estado bajo la influencia de



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