Marathon man (Tr. Francisco Elías) by William Goldman

Marathon man (Tr. Francisco Elías) by William Goldman

autor:William Goldman [Goldman, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 1974-04-23T00:00:00+00:00


TERCERA PARTE

PULPA

19

—No soy su amigo —dijo Babe sin hacer el menor movimiento hacia la mano tendida de Janeway que quedó, desmañada, en el aire.

—Lo sé, créame, pero esto no tiene ahora la menor importancia. Sólo una cosa lo es ahora, y es ésta: usted y yo tenemos que hablar. —Retiró la mano visiblemente contrariado.

Hubiera debido estrechársela, pensó Babe; no me habría matado, ni nada parecido, un rápido apretón de manos, ¡qué diablos!, no supone gran cosa. Pero aun cuando sus pensamientos tomaban este rumbo, sus palabras siguieron otro muy distinto.

—Todo es importante para usted, ¿no es verdad? Es importante que hagamos buenas migas, es importante que hablemos. Si ha hecho una lista de otras cosas importantes, desearía que me las enumerara.

—Y desearía que dejase ya de mostrarse insolente —dijo Janeway.

—Aún no he comenzado a mostrarme insolente —replicó Babe, muy satisfecho de haber formulado esta respuesta.

Bogart habría podido dar esta réplica. No en cualquiera de sus grandes películas, como La reina de África o Casablanca, pero le habría permitido rehabilitarse de muchas de las espantosas películas B que los Warner le endilgaban constantemente.

Janeway lanzó un suspiro. Simuló la acción de verter un líquido.

—¿Tiene algo que beber?

Babe se encogió de hombros, y le señaló con la barbilla la alacena junto al fregadero.

Janeway se levantó, halló una botella de vino tinto de Borgoña y la descorchó rápidamente.

—¿Quiere echar un trago? —preguntó mientras vertía vino en un vaso no excesivamente limpio que halló en el fregadero.

Babe hizo un gesto negativo, al mismo tiempo que se preguntaba por qué trataba tan despectivamente a Janeway. Parecía un tipo muy decente, cortés, con mucho tacto. Le recordó a Babe una figura conocida… sí, le recordó a Gatsby; si Janeway tuviese dos años menos y dejara que le creciese más el pelo, sería la contrafigura de Gatsby, y a ti te encanta Gatsby; entonces, ¿por qué te ensañas con Janeway? Pero al punto se dio cuenta de que no era Janeway, sino la presencia de Janeway en aquella casa lo que le desazonaba.

Porque necesitaba estar solo, pensó Babe; ansias de estar solo para llorar.

Cuando murió su madre, él era demasiado joven para recordar su defunción, y cuando le llegó el turno a H. V. él y Doc le habían llorado juntos. Uno y otro se echaron la culpa de la muerte de su padre. Babe, porque no le había mostrado a tiempo su composición premiada. Doc, a causa de la maldita, de la abominable clase de química. Y después de muchas discusiones, guardaron silencio, porque todas aquellas disputas no devolverían la vida al anciano.

Y ahora era Doc el muerto, y Babe tenía que asegurarse de que el hecho no pasara inadvertido. En aquellos momentos no era lo más importante llorarle. Pero habían reído juntos muchas veces y esos tiempos debían ser recordados.

Janeway apuró el primer vaso de vino, vertió en él dos o tres dedos más, fue hacia donde se hallaba Babe y se sentó.

—¿Cree usted que le será posible ayudarme?

Babe guardó silencio.

—Escuche. No pienso ni remotamente enzarzarme con un historiador de su talla para demostrar quién de los dos es más inteligente.



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