Mapuche by Férey Caryl

Mapuche by Férey Caryl

autor:Férey, Caryl
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9786077354178
editor: 2015
publicado: 2014-03-14T16:00:00+00:00


***

Los balnearios de Tigre se habían vaciado con la llegada del fin del verano. Encima del ronroneo de los clubes de remo, algunos idiotas hacían chillar sus motos de agua entre los limones podridos que flotaban estancados sobre la superficie del agua. Rubén avanzó hacia la arteria principal con un sándwich en la mano, comprado a las prisas en uno de los negocios del embarcadero. Gianni Del Piro vivía al fondo de una avenida, en una casa que contrastaba con las suntuosas residencias construidas un siglo antes.

Un auto de pequeña cilindrada estaba estacionado debajo del cobertizo. Le tiró los restos del sándwich al perro que revolvía la basura del vecino y llamó a la puerta de entrada. Anabel, la mujer del piloto, abrió sin demorarse. Falsa rubia, regordeta y con una sonrisa rojo fuego que, a juzgar por el dadivoso escote en forma de corazón, todavía no podía creer que había llegado a los cincuenta años.

–¡Buen día! —saludó al dandy, parado sobre la escalera.

Rubén, todo sonrisas, se hizo pasar por un antiguo compañero del Ejército encargado de convocar a los integrantes del escuadrón para festejar el retiro de un amigo común. Encantada con la atención, Anabel le explicó que Gianni se había ido la semana anterior a Neuquén a un curso de “perfeccionamiento de acrobacias”, que volvería el domingo, pero que de todas formas ella podía llamarlo para informarle de las gestiones.

–Si quiere, ¡por supuesto! —propuso la gallina.

–No, quisiera que fuera una sorpresa —contestó Rubén a su vez.

–¡Como quiera!

Rubén midió brevemente a la mujer que tomaba el fresco del lado de afuera de la puerta. A pesar del vals de sus guiños oculares, su aire de inocencia dejaba poco espacio para la duda. Rubén abandonó a Anabel a su destino de botox, volvió al auto estacionado a poca distancia y, junto al capó, llamó a los clubes aéreos de Neuquén.

Uno de ellos daba cursos para pilotos pero, según lo que le dijo el tipo que le atendió el teléfono, el próximo dedicado a acrobacias tendría lugar no antes del mes siguiente.

Sin perder un segundo, Rubén llamó a Anita.

La inspectora había leído el informe de la autopsia que había escrito Muñoz sobre el fallecimiento de María Victoria Campallo y, por lo que había visto de las informaciones que se manejaban, la tesis de un homicidio estaba todavía en suspenso. Accidente, suicidio, asesinato, el equipo del capitán Roncero, a quien Luque había puesto al frente de la investigación, no dejaba ninguna pista de lado.

–El informe de la autopsia es falso —contestó Rubén—, lo sabés, igual que yo.

–Ya sé. Somos dos contra el resto del universo. A María ya la enterraron y no nos van a dejar exhumar su cuerpo para hacerle otro peritaje. A menos que podamos probar la no filiación entre la familia Campallo y sus hijos robados... ¿En qué estás con eso?

–Conseguí el nombre de un tipo —respondió Rubén—, Gianni Del Piro, un expiloto de la Armada que trabaja en un pequeño club aéreo de Tigre. Sospecho que fue el que transportó el cuerpo de María y amañó su libreta de vuelo para hacerse el hombre invisible.



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