Mal comportamiento by Mary Gaitskill

Mal comportamiento by Mary Gaitskill

autor:Mary Gaitskill
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-397-4142-8
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2022-11-28T15:18:32+00:00


Esa noche fue a una pequeña galería del Soho a ver una exposición colectiva en la que participaba su amiga Sandra. Como siempre, se contaba entre las pocas personas que no eran artistas. Sandra, nerviosa y estudiadamente elegante con un sombrerito redondo azul brillante y una falda larga de terciopelo negro, la presentó como «mi amiga Stephanie, que escribe para The Village Voice». Esto causó cierta impresión entre los asistentes, especialmente cuando Stephanie dijo:

—Solo he escrito una cosa para el Voice, y de eso ya hace un año y medio.

—Sí, pero tienes pinta de escribir para The Village Voice —dijo un pintor.

—Eso me suena a insulto.

—No es un insulto, pero tampoco es un cumplido. —Y soltó una carcajada como un ladrido.

Stephanie se sumó a otra conversación sobre el estrepitoso fracaso de una galería de arte de la que nunca había oído hablar, que, después de un rápido cambio de participantes, se convirtió en una discusión acerca de la reseña de alguien del Times contra la reseña de alguien del Voice. Sandra iba de aquí para allá por toda la sala, metiéndose en diferentes conversaciones con aparente interés y animación. «Aquí no hay nadie», siseó al fin junto a las bandejas de canapés, a pesar de que había docenas de personas.

Stephanie fue vagando de conversación en conversación, notando casi con pánico que, aunque había gente interesante y agradable en la sala, la situación, que para todo el mundo parecía fácil y amistosa, le impedía conectar con lo interesante y agradable de ellos. Trató de entender por qué y no pudo, aparte de intuir que las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor se abrían y cerraban siguiendo unas reglas sutiles pero claramente definidas que nadie le había explicado. Entonces vio a Dara, otra amiga de Sandra que tampoco era artista y que estaba dignamente sola en un rincón. Dara trataba de convertirse en diseñadora de moda y esa noche estaba extraordinariamente hermosa con su vestido de satén sin tirantes, aunque trágicamente descolorido en el medio, donde probablemente alguien había derramado algo mucho tiempo atrás. Stephanie siempre había admirado a Dara a pesar de que no era muy simpática y de que una vez había sido muy grosera con ella por teléfono. Pero Dara pareció alegrarse de verla y se aferró a su presencia con una conversación increíblemente sosa y nada fluida sobre el trabajo de Sandra, el trabajo del marido de Sandra, un escritor que le gustaba a Stephanie y una película. Sin embargo Stephanie se mantuvo resueltamente en la idea de que Dara era una persona interesante. Le dijo:

—Pareces una persona que se siente a gusto en el mundo.

A los ojos de Dara asomó una mirada de alarma; miró decepcionada a Stephanie.

—Nada más lejos de la realidad —dijo secamente—. Dudo que conozcas a alguien que se sienta menos a gusto que yo.

Se quedaron calladas. El silencio de Stephanie era de desa­liento. Creía que estaba haciendo un comentario sagaz que impresionaría a Dara por su capacidad de percepción; en cambio, había demostrado ser alguien que vivía en el país de los sueños.



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