Macunaíma by Mário de Andrade

Macunaíma by Mário de Andrade

autor:Mário de Andrade [Andrade, Mário de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Sátira, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1927-12-31T16:00:00+00:00


Mano, vamos a hacer

aquello que Dios consiente:

arrejuntar pelo con pelo,

y dejar al pelado adentro.

Y Macunaíma:

—¡Ora! ¡También eso quién no lo sabe! Pero acá entre nos y sin que nadie nos oiga, usté es resinvergüenza, doña.

—Adivinó. ¿Qué no es dormir juntando los pelos de las pestañas y dejando el ojo pelado dentro lo que usté está imaginando? Pos si usté hubiera acertado por lo menos una de las adivinanzas lo entregaba pa la golosa de mi madre. Ande, huya sin hacer revuelo, seré expulsada, volaré pal cielo. En la esquina encontrará unos caballos. Tome el castaño-escuro que tanto pisa en lo blando como en lo duro. Ese es bueno. Si usté oye a un pajarito gritando «¡Bauá! ¡Bauá!» entonces es la vieja Ceiucí, no acuda. Ande, huya sin hacer revuelo, seré expulsada, volaré pal cielo.

Macunaíma agradeció y saltó por la ventana. En la esquina estaban dos caballos, un castaño-escuro y otro cárdeno-plomizo. «Caballo cárdeno-plomizo para carrera Dios lo hizo» murmuró Macunaíma. Saltó en ese y salió a galope. Camineó camineó camineó y ya cerca de Manaos iba corriendo cuando el caballo se dio un hocicazo que arrancó suelo. En el fondo del agujero Macunaíma divisó una cosa relumbrando. Cavó de prisa y descubrió el resto del dios Marte, escultura griega hallada en aquellos parajes de Araripe de Alencar aún en tiempos de la Monarquía, según una Inocente-Palomita de veintiocho de diciembre descrita en el diario Comercio do Amazonas. Estaba contemplando aquel busto macanudo cuando oyó «¡Bauá! ¡Bauá!». Era la vieja Ceiucí llegando. Macunaíma espoleó al cárdeno-plomizo y después ya cerca de Mendoza en la Argentina casi se da un tropezón con un galeote que venía huyendo de la Guayana Francesa[76], llegó a un lugar donde unos padres estaban melcochando. Gritó:

—¡Escóndanme, padres!

Los padres no bien habían escondido a Macunaíma en un jarrón vacío cuando la caapora llegó montada en el tapir.

—¿No vio a mi nieto por aquí de pasaje en su caballito comiendo forraje?[77]

—Ya pasó.

Entonces la vieja se apeó del tapir y se montó en un caballo garzo-albino que nunca fue ni vino y prosiguió. Cuando viró la sierra de Paranaguara los padres sacaron a Macunaíma del jarrón, dieron a él un caballo bayo-bajito que tan es bueno como bonito y lo mandaron rajar. Macunaíma agradeció y galopó. Luego adelante se encontró con una cerca de alambre pero era jinete: se dio una amarrada, embarró al penco y arrejuntando las manos del animal caído con un fuerte jalón hizo que el caballo girara y pasara debajo del alambre. Entonces el héroe saltó la cerca y se arremontó de nuevo. Galopó-galopó-galopó. Pasando por Ceará descifró los letreros rupestres de los indígenas del Arataña; en Río Grande do Norte costeando el cerrote del Cabello-ni-tiene descifró otro. En Paraína, yendo de Manguape pa Bracamonte pasó en la Piedra-Labrada con tanta inscripción que alcanzaba pa una novela. No leyó por culpa de las prisas y ni la de la Barra del Potí en Piauí, ni la de la Pajeú en Pernambuco, ni la de los Apretados



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