Luz estelar by Erin Hunter

Luz estelar by Erin Hunter

autor:Erin Hunter [Hunter, Erin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


10

Hojarasca y Carbonilla habían encontrado un saliente rocoso al fondo de la hondonada.

—Nos servirá, pero no de forma definitiva —advirtió la curandera—. Necesitamos una gruta de verdad para almacenar nuestras provisiones, como la que teníamos en el bosque. Pero valdrá por esta noche.

Hojarasca siguió a su mentora debajo del saliente y al fondo encontró un sitio seco para la cola de caballo que había cogido en la ciénaga.

—Descansa bien esta noche —le aconsejó Carbonilla, poniéndose cómoda y tapándose la nariz con la cola—. Habrá mucho que hacer por la mañana.

Hojarasca sabía que no podría conciliar el sueño hasta que hubiera hecho la pregunta que le provocaba escalofríos de la cabeza a la cola.

—Carbonilla, ¿tú… tú crees que éste es el lugar adecuado para nosotros? —maulló al fin con valentía—. ¿Es realmente el que nos tenía destinado el Clan Estelar?

Carbonilla bostezó.

—Lo sabremos con certeza cuando el Clan Estelar esté listo para decírnoslo. Ahora deja de preocuparte y duérmete.

Escondió más la nariz debajo de la cola, y su respiración se volvió más lenta y regular conforme iba quedándose dormida.

A Hojarasca no le resultó tan fácil. Se sentó sobre las patas y se quedó mirando la hondonada llena de sombras. «Clan Estelar, ¿dónde estás?»., preguntó en silencio. Pero en el cielo nublado sólo brillaban una o dos estrellas solitarias, y Hojarasca sintió como si, aquella noche, sus antepasados guerreros estuvieran demasiado lejos para vigilar al clan.

Debió de dormirse por fin porque, al abrir los ojos, descubrió que estaba soñando. Se hallaba en una oscura ladera, contemplando el brillo del Manto Plateado reflejado en el reluciente y negro lago. La isla debería alzarse como una sombra más densa sobre el agua, pero, en vez de eso, resplandecía con la luz de la luna; cada uno de los árboles que había allí destacaba bajo un rayo plateado. Hojarasca sintió como si aquel lugar la llamara, como si tuviera que averiguar algo más sobre él. «Pero no puedo ir hasta allí —se recordó a sí misma—. Ningún gato sabe nadar como los del Clan del Río».

Se levantó una brisa, que susurró sobre el lago tachonado de estrellas y alborotó el pelo de Hojarasca. La joven sintió una oleada de esperanza, aunque las voces de sus antepasados guerreros seguían mudas. Aun así, ella no tenía miedo. Los antepasados habían guardado silencio durante el largo viaje a través de las montañas, y ella había aprendido que, en ocasiones, en lo único en lo que podía confiar un gato era en su fuerza interior. Todo iría bien si ella y los demás se mantenían firmes. Instalarían allí su campamento y explorarían todas las partes del bosque hasta que conocieran los lugares buenos para conseguir presas, agua, musgo para los lechos… Encontrarían las zonas donde crecían las hierbas medicinales y también un sitio en el que poder jugar y relajarse al sol. Ahora parecía un territorio extraño e intimidante, pero acabaría convirtiéndose en su hogar. Paso a paso, lograrían que eso sucediera.

Mientras contemplaba el lago, Hojarasca advirtió que la superficie del agua estaba cambiando.



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