Lugares oscuros by Gillian Flynn

Lugares oscuros by Gillian Flynn

autor:Gillian Flynn [Flynn, Gillian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2016-11-15T00:00:00+00:00


LIBBY DAY

Ahora

Lyle estaba rígido y silencioso mientras nos dirigíamos a casa de Magda. Me pregunté si me estaba juzgando, a mí y al paquete de notas que iba a vender. Había decidido no desprenderme de nada que fuese especialmente interesante: cinco tarjetas de cumpleaños que mi madre había dado a Michelle y a Debby a lo largo de los años, con alegres notas garabateadas, y otra que había escrito a Ben y con la que pensaba ganar una suma decente. Me sentía culpable por ello, no me gustaba, pero menos me gustaba quedarme sin dinero, sin un centavo, y eso iba antes que ser una buena persona. La nota dirigida a Ben, escrita para su duodécimo cumpleaños, decía: «Creces a ojos vistas, ¡antes de que me dé cuenta estarás conduciendo!». Cuando la leí, tuve que darle la vuelta y alejarme, porque mi madre había muerto antes de que Ben aprendiera a conducir. Y Ben estaba en la cárcel, por lo que de todos modos no había aprendido a conducir. De todos modos. Cruzamos el río Missouri y el agua ni siquiera se molestó en brillar bajo el sol vespertino. Lo que no me apetecía nada era ver a esa gente leyendo las notas. Esas notas pertenecían a mi intimidad. Tal vez pudiera marcharme mientras las estudiaban como si fueran viejos candelabros de mercadillo.

Avanzábamos por barrios de clase media, y Lyle me iba indicando el camino. En algunas casas ondeaba la bandera del Día de San Patricio, con brillantes tréboles y duendes que hacía ya tiempo que se habían quedado anticuados. Lyle, nervioso como siempre, golpeó con la rodilla la palanca de cambios, y casi cambia la marcha.

—Bien —dijo.

—Bien.

—La reunión en casa de Magda, como suele suceder, se ha convertido en algo un poco distinto de lo que habíamos planeado.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, ya sabes que ella está en la Asociación por la Liberación de Day. Pues bien, al parecer ha invitado a unas cuantas de esas… mujeres.

—Oh, no —protesté. Detuve el coche.

—Escucha, dijiste que querías hablar con Runner, ¿no? Bien, pues esta es tu oportunidad. Nos van a pagar, te van a pagar, para encontrarle, para hacerle algunas preguntas, de padre a hija.

—O de hija a padre.

—Bueno, sí. Mira, Libby, yo me estoy quedando sin dinero y ellas pueden pagarte.

—Así que debo aguantar sus impertinentes comentarios, como la última vez…

—No, ellas te pondrán al día de cómo va su investigación sobre Runner. Te proporcionarán información útil. Supongo que ya estás convencida de que Ben es inocente, ¿no?

Me vino a la cabeza un día en que Ben estaba viendo la tele. Mi madre pasó a su lado, con la colada apoyada en la cadera, y le revolvió el pelo con la mano libre. Él sonrió sin volverse y, en cuanto ella desapareció, volvió a colocarse el pelo en su lugar.

—No he llegado tan lejos. —Las llaves del coche se balanceaban en el contacto. Arranqué justo en el momento en que ponían una canción de Billy Joel en la radio. Cambié la emisora—. Bien, vámonos.



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