Los rojos ganaron la guerra by Fernando Vizcaíno Casas

Los rojos ganaron la guerra by Fernando Vizcaíno Casas

autor:Fernando Vizcaíno Casas [Vizcaíno Casas, Fernando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ucronía
editor: ePubLibre
publicado: 1989-03-01T00:00:00+00:00


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El 4 de noviembre ha muerto en Francia el ex presidente de la República, Manuel Azaña. Cumplió su palabra de permanecer totalmente alejado de la política desde el mismo instante de su dimisión; pero sabe el gobierno que ha dejado unas Memorias y ciertos escritos en los que no quedan bien parados muchos de los que ahora ejercen el poder en la URSEE. Ya había intentado Negrín hacerse con los originales y lo pretende de nuevo, en cuanto conoce la noticia del óbito: la negativa de la viuda es rotunda. No se desprenderá de ellos a ningún precio; por el contrario, cumplirá el deseo de su difunto esposo de darlos a la luz pública.

Pese a todo, el gobierno autoriza la publicación en la prensa de una breve nota, discretamente laudatoria, en la que se da cuenta al país del fallecimiento del señor Azaña, cuyos errores políticos —se dice en ella— no pueden hacernos olvidar sus nobles afanes democráticos y las dificultades con las que tuvo que enfrentarse desde la más alta magistratura de la nación en los años de la guerra civil.

Cuatro meses después, quien muere en Roma es el último rey de España, don Alfonso de Borbón. En este caso, la reacción gubernamental resulta contundente: el Comisariado de Cultura Popular y Propaganda envía una de sus consignas a todos los medios informativos, ordenándoles publicar íntegra el Acta de acusación aprobada en noviembre de 1931 por las Cortes constituyentes, en la que se declara al rey culpable de alta traición, degradándole de todas sus dignidades, derechos y títulos, incautándose de los bienes, derechos y acciones de su propiedad en beneficio del Estado y privándole de la paz jurídica, de modo que cualquier ciudadano español podía aprehenderlo si penetraba en el territorio nacional.

No contenta con ello, la jefatura del PCE organizó una manifestación de homenaje a Mateo Morral, el frustrado regicida. Varios millares de militantes se dirigieron a la antigua calle Mayor (que desde la II República se llamaba, precisamente y en curiosa ironía, de Mateo Morral) y depositaron ramos de flores rojas junto a la lápida que recordaba la hazaña del anarquista que intentó asesinar a Alfonso XIII el mismo día de su boda con doña Victoria Eugenia. Durante la guerra civil ya fue debidamente destruido el monumento a las presuntas víctimas inocentes del atentado, que existía delante de la casa desde la que se lanzó la bomba contra la carroza regia; subido en sus ruinas, el comisario local del partido exaltó la gesta de Morral, un héroe de la libertad, cuyos ideales antimonárquicos y cuyo más que justificado odio a los Borbones eran ahora unánimemente compartidos por el pueblo, para concluir diciendo que todos los amantes de la democracia brindaremos hoy por la muerte del ex rey.

Algunos diminutos e insensatos grupos de viejos monárquicos habían acudido a sus parroquias con la pretensión de que se celebraran misas por el eterno descanso de su majestad, naturalmente, sin la menor publicidad y tan solo a través de la intención del oficiante.



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