(Los Piratas De Las Antillas 05) Morgan by Emilio Salgari

(Los Piratas De Las Antillas 05) Morgan by Emilio Salgari

autor:Emilio Salgari
La lengua: spa
Format: epub
editor: www.papyrefb2.net


...

Viendo llegar a aquellos hombres blancos y subir sin dificultad a la plataforma, Kumasa se había apresurado, en unión de los subjefes, a ir a recibirlos.

Apenas estuvo frente al conde de Medina no pudo contener un grito de estupor y de alegría.

—¿Aún me reconoces, indio? —preguntó el Gobernador con sonrisa de contento.

—Tú eres el grande hombre blanco que mandabas la bella ciudad que yo visité hace dos años, y que me recibió como amigo —repuso el indio.

—Sí —dijo el conde—. Yo era entonces Gobernador de Cumana. Celebro que tengas buen recuerdo de la acogida que te dispensé en la ciudad de los hombres blancos.

—Aún tengo los regalos que me diste. ¿Qué puedo hacer ahora por ti? Eres mi huésped.

—Da una cabaña y alimento a mis hombres, que tienen hambre, y llévame a tu carbé; tengo que hablarte.

El caribe dio algunas órdenes a los subjefes, y dijo al conde:

—¡Sígueme, gran hombre blanco!

—Venid, capitán —dijo el Gobernador a Valera.

Mientras los hombres que los acompañaban, y que no eran sino los marineros del velero abordado por Morgan, eran conducidos a una cabaña, Kumasa se dirigió hacia su carbé, que era muy vasto, introduciendo al conde y al capitán en una apartada estancia frente a la laguna.

—Estáis en mi casa —dijo tomando una calabaza llena de cascirí y llevando algunos vasos, regalo de los españoles de Cumana.

—Escúchame —dijo el conde—, y si me sirves fielmente, yo te regalaré a ti y a tu tribu armas, vestidos y el agua que quema la garganta.

—Conozco la generosidad del grande hombre blanco —dijo Kumasa con avariciosa mirada.

—Esta mañana he visto pasar por el canal seis o siete de tus canoas, y en una de ellas había un hombre blanco y una joven.

—Es verdad —dijo el indio. —¿Están aquí todavía?

—El hombre partió hace dos horas con muchos otros hombres blancos que habían llegado en almadías.

El conde miró a Valera.

—¿Se habrá reunido Morgan con sus hombres? —le dijo.

—De seguro.

—¿Es el demonio quien protege a ese hombre? ¡Le creía ahogado, y, por el contrario, veo que hasta encuentra a sus corsarios! ¿Cuándo acabará su buena suerte? ¿Sabes, Kumasa, dónde han ido?

—Lo ignoro, gran hombre blanco; pero he oído hablar de una de esas grandes canoas que tienen alas.

—¿De una nave?

—Sí; así las llamáis vosotros.

—¿Había algún barco de corso en estas costas? —dijo el capitán—. ¿La joven ha partido con ese hombre?

—No; está aquí.

El conde hizo un rápido movimiento de sorpresa.

—¡Aquí! —exclamó.

—En la jupa que les destiné.

—¡No esperaba tal suerte! ¡Qué soberbio desquite! ¡Que vuelva a quitármela Morgan si se atreve! ¡Tendrá que ceder la hija del corsario!

—¡Poco a poco, señor conde! —dijo el capitán—. Morgan puede haber dejado escolta.

—Sólo ha quedado un hombre con ella —dijo Kumasa—, y es español, según creo.

—¡Si trata de oponer resistencia, le tiramos al agua! —añadió Valera.

—Vamos a verla, y dejadme entrar solo —dijo el conde—. Tú, Kumasa, tendrás cuanto he dicho.

—El otro hombre blanco no me ha prometido nada —pensó el sagaz indio—. ¡Sirvamos a éste!

Cogió su arco y sus flechas, y seguido por los dos españoles atravesó la aldea, deteniéndose ante la jupa de Yolanda.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.