Los muchachos de la calle pal by Ferenc Molnár

Los muchachos de la calle pal by Ferenc Molnár

autor:Ferenc Molnár [Molnár, Ferenc]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: - Divers
publicado: 1905-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO SEPTIMO

Al día siguiente, en la hora de latín, había tal excitación en toda la clase. que hasta el señor Racz se dio cuenta.

Los chicos no podían estarse quietos en sus asientos: se miraban. no atendían y para decir verdad, no eran sólo los chicos de la calle Pal los que observaban tan extraña conducta, sino todo el colegio. El rumor de los grandes preparativos de guerra se difundió rápidamente, y hasta los muchachos de cuarto y quinto año se interesaron por el acontecimiento. Los camisas rojas eran alumnos del colegio central y los del gimnasio deseaban por esto que triunfasen los de la calle Pal. Algunos opinaban que el triunfo era una cuestión de honor para toda la institución.

—Pero, ¿qué os pasa?, preguntó el señor Racz con impaciencia. ¡No os quedáis un momento quietos, estáis distraídos, y ni siquiera escucháis lo que se os dice!

Pero no insistió mucho para saber lo que les ocurría a los chicos. Se contentó con comprobar que la clase tenía un día intranquilo. Dijo con voz gruñona:

—¡Claro. es primavera, iréis a jugar por ahí, pensáis en los partidos de pelota…, no os cae bien la escuela hoy! ¡Ya os voy a dar yo!

Pero el profesor decía esto por decir algo. El señor Racz tenía una cara severa, pero muy buen corazón.

—Puedes sentarte, dijo al alumno que estaba dando la lección, y comenzó a hojear el cuaderno.

En esos momentos reinaba en la clase un silencio de tumba. Todos contenían el aliento, hasta los que sabían la lección, y todos miraban ansiosos los dedos del maestro que se movían lentamente entre las páginas del pequeño cuaderno. Cada uno sabía con certeza en cuál página estaba su nombre. Si el profesor hojeaba por el final, respiraban los de las letras A y B. Pero si abandonaba las últimas hojas y se detenía en las primeras, los de las letras R, S y T se tranquilizaban.

Miró la lista y llamó despacio:

—¡Nemecsek!

—¡Ausente!, contestó toda la clase con tono amenazador. Y una voz. la voz de un chico de la calle Pal, agregó:

—Está enfermo.

—¿Qué tiene?

—Está resfriado.

La mirada del profesor abarcó toda la clase y dijo como al pasar: "Por qué no os cuidáis."

Pero los de 1a calle Pal se miraban entre ellos. Sabían muy bien cómo y por qué no se cuidó. Se sentaban en bancos distantes uno en el primero, otro en el tercero y para decir verdad, Csonakos se sentaba en el último. pero se miraban. Se les podía leer en la cara que el tal Nemecesk pescó el resfriado por un asunto de honor. Para decirlo como es debido: Nemecsek se resfrió en defensa de su patria. Tres veces se cayó al agua; una vez por casualidad, otra por ambición y la tercera a la fuerza. Pero él no hubiese divulgado este secreto por nada del mundo, a pesar de que ahora todos lo sabían ya. Hasta los afiliados del Club de la Masilla ya estaban enterados. Si, en el seno del Club de la Masilla nació



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