Los mejores cuentos de Miguel de Cervantes by Miguel De Cervantes
autor:Miguel De Cervantes
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788418765933
editor: Mestas Ediciones
publicado: 2021-03-31T00:00:00+00:00
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21 Novela corta perteneciente a las Novelas Ejemplares.
EL CASAMIENTO ENGAÃOSO22
SalÃa del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y amarillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debÃa de haber sudado en veinte dÃas todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente; y, al entrar por la puerta de la ciudad, vio que hacia él venÃa un su amigo, a quien no habÃa visto en más de seis meses; el cual, santiguándose como si viera alguna mala visión, llegándose a él, le dijo:
â¿Qué es esto, señor alférez Campuzano? ¿Es posible que está vuesa merced en esta tierra? ¡Como quien soy que le hacÃa en Flandes, antes terciando allá la pica que arrastrando aquà la espada! ¿Qué color, qué flaqueza es ésa?
A lo cual respondió Campuzano:
âA lo si estoy en esta tierra o no, señor licenciado Peralta, el verme en ella le responde; a las demás preguntas no tengo qué decir, sino que salgo de aquel hospital de sudar catorce cargas de bubas que me echó a cuestas una mujer que escogà por mÃa, que non debiera.
â¿Luego casóse vuesa merced? âreplicó Peralta.
âSÃ, señor ârespondió Campuzano.
âSerÃa por amores âdijo Peraltaâ, y tales casamientos traen consigo aparejada la ejecución del arrepentimiento.
âNo sabré decir si fue por amores ârespondió el alférezâ, aunque sabré afirmar que fue por dolores, pues de mi casamiento, o cansamiento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo, para entretenerlos, me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera. Pero, porque no estoy para tener largas pláticas en la calle, vuesa merced me perdone; que otro dÃa con más comodidad le daré cuenta de mis sucesos, que son los más nuevos y peregrinos que vuesa merced habrá oÃdo en todos los dÃas de su vida.
âNo ha de ser asà âdijo el licenciadoâ, sino que quiero que venga conmigo a mi posada, y allà haremos penitencia juntos; que la olla es muy de enfermo, y, aunque está tasada para dos, un pastel suplirá con mi criado; y si la convalecencia lo sufre, unas lonjas de jamón de Rute nos harán la salva, y, sobre todo, la buena voluntad con que lo ofrezco, no sólo esta vez, sino todas las que vuesa merced quisiere.
Agradecióselo Campuzano y aceptó el convite y los ofrecimientos.
Fueron a San Llorente, oyeron misa, llevóle Peralta a su casa, diole lo prometido y ofrecióselo de nuevo, y pidióle, en acabando de comer, le contase los sucesos que tanto le habÃa encarecido. No se hizo de rogar Campuzano; antes, comenzó a decir desta manera:
â«Bien se acordará vuesa merced, señor licenciado Peralta, como yo hacÃa en esta ciudad camarada con el capitán Pedro de Herrera, que ahora está en Flandes.»
âBien me acuerdo ârespondió Peralta.
â«Pues un dÃa âprosiguió Campuzanoâ que acabábamos
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