Los hijos de Lugh by Noah Goldwin

Los hijos de Lugh by Noah Goldwin

autor:Noah Goldwin [Goldwin, Noah]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-04-30T16:00:00+00:00


* * *

Folkestone, INGLATERRA

Simón corría y buscaba la silueta de su padre. La desesperación estaba carcomiéndolo por dentro.

—¡Padre, padre! —sus gritos llegaron pronto a los oídos de Erwin.

—¡Hijo mío! ¿Qué sucede?

—Los han localizado, ¡ya vienen! —soltó Simón con el corazón galopándole igual que el de un caballo desbocado—. Mason y los demás han estado acechando en la penumbra del bosque, aguardando alguna señal, según las suposiciones de Sade, hasta que los han divisado.

—Debemos actuar de inmediato —dijo Erwin seriamente—. ¿Lleva puesta Mason la túnica de protección?

—Sí, él y los demás. Pero, padre, el enemigo viene como alma que lleva el diablo… Mason ya ha dado con el mazo en la campana para avisar a mujeres y niños. ¡El ejército viene a la velocidad del rayo!

Erwin vio el miedo reflejado en el jovencito. El chico estaba completamente asustado por el peligro que corrían todos. Desde que Simón comprendió su verdadera naturaleza, había demostrado ser inteligente para con su cometido, aceptó la eternidad con sensatez, y cuando cumplió los quince años, todo su físico cambió transformándolo en un adulto, aunque no concordaba con su verdadera edad. Sin embargo, la inocencia aún seguía patente en el jovenzuelo. Su madurez inmortal no llegaría hasta los veinticinco.

—Id y buscar a vuestra madre y a vuestra hermana ahora mismo, decidles que preparen la huida —expresó furioso por la situación. Simón salió de allí tan rápido como sus pies se lo permitieron.

Erwin caviló los actuales acontecimientos. El ejército había llegado rastreando y peinando la zona hasta dar con ellos. Posiblemente llevarían esa clase de perros rabiosos, deformes y peludos que olían la sangre de su raza a leguas. Este tenía claro el motivo del posible pillaje: iban a por sus sobrinos y a liquidar a todo stoniano viviente. Erwin no se quedaría de brazos cruzados, actuaría como debía actuar un auténtico Hijo del Sol. Si querían luchar, lucharían. Estaba dispuesto a salvar a su pueblo y a su familia de las garras de unos insulsos que no sabían nada de su mundo, y menos a quién se enfrentaban. La raza disponía de un poder muy superior a los humanos; los stonianos eran guerreros por naturaleza, y si el ejército pretendía ganar la batalla con simples espadas tendrían que rezarle a su Dios para conseguir la victoria, porque estaba claro que todos lucharían con el poder que les había otorgado el linaje. Y sabía, de antemano, que no darían tregua.

—¡Troy! ¿Habéis terminado de fraguar las armas que os indiqué? —preguntó Erwin al herrero que no dejaba de correr de un lado para otro, recogiendo el armamento.

—Están listas, todas han quedado con la hoja tan afilada como la misma cola de Satanás.

—Déjalas a disposición. Iré a avisar a Ralph y a los demás que están en el embarcadero, preparando las naves para la huida si es que llega el caso de hacerla.

Erwin se marchó hacia el embarcadero. Luego, cuando ejecutara dicho encargo, iría en busca de su esposa e hijos para que se ocultaran en el refugio, bajo la casa.



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