Los Cinco tras el pasadizo secreto by Enid Blyton

Los Cinco tras el pasadizo secreto by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1956-01-01T05:00:00+00:00


Capítulo XI

UN DESCUBRIMIENTO INTERESANTE Y UN PLAN

Los cuatro se sentaron en la oscuridad de la habitación y hablaron largamente de los siniestros aullidos y de las luces verdes y azules. Ana estaba al lado de Julián, y no disimulaba su pánico.

—Regresemos a Kirrin —dijo—. Salgamos mañana mismo. No me hace ninguna gracia lo que está ocurriendo aquí.

—No he visto absolutamente nada —dijo Julián, desconcertado, mientras pasaba un brazo por los hombros de Ana—. He llegado muy cerca de las luces y los ruidos, pero han desaparecido cuando me he acercado un poco más. Tim se ha acercado aún más que yo y ladrando como un loco. Sin embargo, allí no había nadie.

—¿De modo que has estado cerca de las luces? —preguntó Dick.

—Sí, muy cerca —repuso Julián—. Lo más curioso es que subían a medida que yo me acercaba, y que Tim no ha encontrado a nadie. Si las luces las hubiera movido alguien, este alguien habría estado allí, y a Tim no se le habría escapado.

—¡Guau! —confirmó Tim, con absoluta convicción. Tampoco a él le gustaban aquellas cosas raras que estaban ocurriendo.

—Pues si no hay nadie que pueda hacer los ruidos y mover las luces, todavía peor —dijo Ana—. ¡Regresemos a casa, Julián! ¡Mañana mismo!

—De acuerdo —dijo Julián—. Estoy muy extrañado de lo que pasa aquí, pero se me ha ocurrido algo que podría aclararlo todo. Me gustaría comprobar mañana, a la luz del día, si estoy en lo cierto.

—¿Qué es lo que se te ha ocurrido? —preguntó Dick.

—Que es muy posible que alguien tenga grandes deseos de que nos vayamos de aquí. ¿Por qué? Porque quiere levantar las demás piedras del piso y buscar por todo el patio con tranquilidad. Estando nosotros aquí no puede hacerlo, y trata de asustarnos para que nos vayamos.

—Tu suposición es muy lógica, Julián. Esos siniestros aullidos y esas luces misteriosas pueden asustar a cualquiera hasta el extremo de ahuyentarlo. En fin, haremos una buena investigación cuando haya luz, y a ver si encontramos huellas de ese impostor.

—Lo haremos —dijo Julián—. Pero es muy extraño que Tim no lo descubriera. Tim percibe el olor de las personas por muy escondidas que estén. Bueno, realizaremos una minuciosa exploración mañana por la mañana.

—Y si no encontramos nada ni a nadie, nos iremos a casa, ¿no? —preguntó Ana.

—Sí, te lo prometo. De modo que puedes estar tranquila. No tendrás que pasar ni una noche más aquí. Bueno, procuremos dormir un poco.

Tardaron un buen rato en quedarse dormidos después de tantas emociones. Ana siguió escuchando por si oía algo sospechoso, pero no percibió ningún ruido, y al fin, rendida de cansancio, se quedó dormida.

Jorge y sus dos primos estuvieron también un buen rato despiertos, pensando en aquellas luces y en aquellos bramidos que, al parecer, no eran obra de nadie.

Sólo Tim estaba libre de toda preocupación. Se quedó dormido mucho antes que los demás, manteniendo una oreja erguida y atenta, y levantando la otra cuando Jorge se movía o Dick le decía algo a Julián.

El cansancio los tuvo dormidos hasta muy tarde.



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