Los Cinco en el Cerro del Contrabandista by Enid Blyton

Los Cinco en el Cerro del Contrabandista by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1945-10-07T05:00:00+00:00


Capítulo 12

BLOCK SE LLEVA UNA SORPRESA

Pronto regresó la señora Lenoir, que sonrió a Jorgina, diciendo:

—Era tu padre. Viene mañana, pero tu madre no. Ha ido a casa de tu tía y cree que debe quedarse allí para ayudarla, porque tu tía no está muy bien. Pero a tu padre le agrada venir. Quiere hablar de sus últimos experimentos con el señor Lenoir, que también está muy interesado en ellos. Será agradable tenerlo aquí.

A los niños les hubiera gustado mucho más tener a tía Fanny que a tío Quintín, que a veces era difícil de tratar. Pero, probablemente, éste se pasaría el día conversando con el señor Lenoir y todo iría bien.

Acabaron la partida con la señora Lenoir y se fueron a la cama. Jorgina tenía que ir a buscar a Tim y conducirlo a su habitación. Hollín fue a mirar si no había «moros en la costa». No pudo ver a Block por ninguna parte. Su padrastro no había regresado aún. Sara estaba cantando en la cocina y Enriqueta, su ayudante, hacía media en un rincón.

«Block debe de haber salido», pensó Hollín, e informó a Jorgina de que el paso estaba libre. Mientras atravesaba el vestíbulo hacia el largo pasillo que conducía a su propia habitación, el niño advirtió dos bultos negros que sobresalían por debajo de la pesada cortina que cubría la ventana de la entrada. Los miró con sorpresa y al punto los reconoció. Sonrió maliciosamente.

«¡Así es que el viejo Block sospecha que tenemos un perro, y piensa que duerme en la habitación de Jorgina o de Julián, y está escondido aquí para vigilar! —pensó—. ¡Ajá! Voy a darle una sorpresa desagradable». Subió a contárselo a los demás. Jorgina escuchó alarmada. Pero, como de costumbre, Hollín ya tenía su plan.

—Vamos a dar a Block un susto de muerte —dijo—. Cogeré una cuerda y todos bajaremos al vestíbulo. De repente, me pondré a gritar que hay un ladrón escondido debajo de las cortinas. Me abalanzaré sobre Block y le daré unos cuantos puñetazos. Luego, con la ayuda de Julián y de Dick, le envolveré bien en las cortinas, y un buen tirón las hará desprenderse y caer sobre su cabeza; después le ataremos bien atado.

Todos se pusieron a reír. Iba a ser divertido gastar esta jugarreta a Block. ¡Era un hombre tan insoportable! Una buena lección no le vendría mal.

—Cuando esté bien armado al jaleo yo cruzaré con Tim —dijo Jorgina—. ¡Espero que no querrá unirse a la juerga! Podría dar a Block un buen mordisco.

—Procura sujetarlo con fuerza —dijo Julian—. Y pásalo pronto a tu habitación. Bien. ¿Estamos a punto?

Todos estaban dispuestos. Muy excitados, se deslizaron por el largo pasillo que conducía hasta la puerta que se abría sobre el rellano en que estaba escondido Block. Notaron que la cortina se movía cuando se acercaban. ¡Block estaba espiando!

Jorgina esperaba con Tim en la puerta del pasillo, pero no se dejaba ver. Luego, al grito de Hollín (un grito que helaba la sangre y que hizo pegar un brinco tanto a Jorgina como a Tim), los acontecimientos empezaron.



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