Los bastardos de Pizzofalcone by Maurizio De Giovanni

Los bastardos de Pizzofalcone by Maurizio De Giovanni

autor:Maurizio De Giovanni [De Giovanni, Maurizio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


34

¿En qué pensabas? ¿Qué tenías en mente cuando lo hiciste?

En la sala del laboratorio de la policía científica, Lojacono se quedó un rato quieto, con la cabeza apoyada en las manos entrelazadas sobre la mesa. Los ojos almendrados apretados como rendijas, el rostro de rasgos orientales en apariencia falto de expresión. Como si durmiera. Pero no dormía, observaba.

Observaba la esfera de cristal, con una mancha oscura en lo alto. El único objeto encima de la superficie de madera laminada, limpísimo, blanco, en el suelo blanco, entre paredes blancas, iluminado por la luz blanca de la lámpara del techo. Blanco.

Sobre la superficie curva del cristal destellaba un leve reflejo.

Aragona, única mancha oscura en el ambiente, aparte del propio Lojacono, cambió el peso de un pie al otro, incómodo. Le habría gustado saber qué le pasaba por la cabeza a su colega.

Por la cabeza de Lojacono pasaba la muerte.

Intentaba captar el mensaje de aquel objeto inocente, de mal gusto, que había puesto fin a la existencia de una mujer desconocida. Trataba de intuir cuál había sido el motivo por el que aquella bola de cristal, creada para provocar, en el mejor de los casos, la mueca divertida de un niño, había acabado convirtiéndose en instrumento de un acto definitivo como un homicidio.

¿Sabes, bola de cristal? Un homicidio es algo serio, pensaba Lojacono. Un homicidio es un hecho grave, que moviliza a un montón de gente. ¿Ves este lugar, bola de cristal? Personas que corren de acá para allá, en bata blanca, serias y eficientes; instrumentos, probetas, microscopios. Y ahí fuera coches blindados, teléfonos que suenan, uniformes y pistolas, lágrimas y carcajadas. Todo eso ha puesto en marcha el homicidio.

Dado que es algo serio, un homicidio tendría derecho a ser perpetrado con un disparo de arma de fuego o, como mucho, un tajo con una cuchilla afilada. Y un homicidio podría poner en marcha una maquinaria compleja, como una silla eléctrica, o un mecanismo refinado como el que sirve para aplicar la inyección letal. Se asocian a un homicidio instrumentos históricos como el garrote vil, la guillotina o la horca. El homicidio es algo serio, no es ninguna broma.

Desde el interior de la bola, una mujer de ojos risueños lo miraba. Era una especie de bailarina caribeña o hawaiana, con un collar de flores, los pechos probablemente desnudos ocultos por una guitarrita, completaba el atuendo una falda de largas hojas verdes.

Ukelele. Así se llamaba la guitarrita, le vino a la cabeza de repente. Ukelele. Lo tocaba Marilyn Monroe en Con faldas y a lo loco, la película protagonizada por Lemmon y Curtis; la había visto como una decena de veces. Qué hermosa era la Monroe.

Sin embargo, la De Santis no era hermosa. Dejando de lado el hecho de que estaba muerta.

Aragona tosió. Lojacono no pestañeó.

No era hermosa, de acuerdo. ¿Y? ¿Acaso por eso merecía morir de forma tan ridícula? ¿Golpeada en la cabeza con una bola de cristal?

Bola de cristal, bola de cristal. No como las que usan las magas para adivinar el futuro.



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