LEER EL MUNDO | VISIÓN DE UMBERTO ECO by Justo Serna

LEER EL MUNDO | VISIÓN DE UMBERTO ECO by Justo Serna

autor:Justo Serna
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788494666759
editor: La Huerta Grande Editorial
publicado: 2017-05-01T00:00:00+00:00


LO POSMODERNO

Sabemos, además, que en el caso de Eco el cambio mismo de novela histórica supuso el apadrinamiento de la narraci ón posmoderna. En las Apostillas se extiende sobre el particular. ¿Qué es lo posmoderno? Eco no entró en detalles filosóficos. Se centró en la estética posmoderna. Para cuando aborda estas cuestiones, la filosofía y las ciencias sociales debatían sobre ellas. Estamos a finales de los años setenta. Las crisis energéticas, las de 1973 y 1980, dejan desarbolada la filosofía del industrialismo, del progreso sin fin, de la reproducción constante de las fuerzas productivas.

La posmodernidad es el adiós a la modernidad, es el fin de los metarrelatos, el cierre de las grandes cosmovisiones, la crisis de la idea de emancipación. Así la diagnosticó Jean-François Lyotard (1979). Son tantas y tan graves las crisis y las atrocidades del mundo moderno que no podemos seguir defendiendo el progreso como horizonte moral y como constatación fehaciente, se decía. La del progreso es una idea o, mejor, una ideología en nombre de la cual los seres humanos han cometido matanzas y explotaciones, han ejercido dominación y han esquilmado con toda clase de latrocinios materiales. Y morales. ¿Cómo vamos a pensar en términos de felicidad colectiva, de fin último, si las ortopedias políticas del mundo moderno han aherrojado, sometido, recluido o exterminado a millones de individuos, si los objetivos y las metas han servido para justificar suplicios, sacrificios? Gianni Vattimo, contemporáneo de Umberto Eco, así lo señalaba en El pensamiento débil (1983).

¿Hablaba Eco de estos asuntos en El nombre de la rosa? ¿Aludía a otros aspectos? Sin duda, hay que distinguir la posmodernidad del posmodernismo. La primera se ciñe a la crisis del progreso, al descreimiento. El segundo se refiere al agotamiento de las vanguardias, de la novedad, de la invención estética. Entre finales del Ochocientos y comienzos del Novecientos, el modernismo rompe con lo previsible: rompe con la estética adocenada y repetitiva de la burguesía, ese motivo predecible, esa pieza reconocible, y es un aldabonazo que despierta del letargo y de la modorra a los creadores.

La idea misma de vanguardia, tan castrense, era muy pertinente en ese cambio de siglo. Frente a la vida muelle, frente a la decadencia…, la innovación y el escándalo. Décadas después bien puede hablarse ya de la estética del agotamiento, según estableciera John Barth en 1966. Está todo dicho, ensayado, practicado. No hay camino o proyecto por los que no se hayan aventurado los creadores; no hay artefacto o artificio con los que asombrar. Hasta la transgresión más loca queda pronto integrada en el mercado de lo respetable. ¿Cómo innovar, pues?

Sabemos que El nombre de la rosa es una aleación entre cuento policial y relato filosófico, entre historia y presente, con aquella violencia medieval que puede interpretarse como trasunto metafórico del terrorismo. Sabemos que aúna géneros; que mezcla narraciones (cosa que Umberto Eco siguió haciendo después sin obtener idéntico éxito); que halaga el paladar del receptor más refinado y que satisface la demanda de intriga que todo lector común exige; que corteja a los pedantes y que entretiene a los vulgares.



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